Los Hechos de Ezquioga: Reglas críticas sobre la interpretación de profecías.

Tomado del Libro: “Los Hechos de Ezquioga ante la Razón y la Fe”
Escrito por: Fr. Amado de Cristo Burguera y Serrano, O.F.M.

Reglas críticas sobre la interpretación de profecías.

La prudencia, crítica ésta de la credulidad, que lo admite todo, tan lejos como de la temeridad, que todo lo rechaza. Es difícil hallar un justo medio. Para discernir e interpretar las profecías modernas no solamente se requiere leerlas y pesarlas mucho, conocer su finalidad y circunstancias, compararlas y conciliarlas con otras análogas, aprobadas o ciertas, no apartarse del testimonio de los antiguos y del que las refiere, sin grave fundamento, sino conocer muy bien el espíritu de la Iglesia, la historia y su filosofía, la lógica y todas las ciencias con las profecías relacionadas, sobre todo, un conocimiento claro de la filosofía de la Providencia en el gobierno del mundo. Eso, aparte de la luz que Dios quiera comunicar.

La filosofía de la Providencia enseña: a) que sólo Dios es estable; b) que Dios a los que ama, reprende y castiga; c) que a los réprobos premia en esta mundo por algún bien natural que hacen, no habiéndolos de premiar en el otro; d) que las sociedades son aquí infaliblemente premiadas o castigadas.

De otro lado, la santidad y doctrina del sujeto, aunque son garantía, no son regla infalible; pues, hombres malos como Balaam y Caifás y hasta el mismo demonio profetizaron.

La más clara señal de la verdad profética es el cumplimiento de ésta; y de todas las que nosotros aducimos apenas hay una que no se haya verificado en gran parte. Hay garantía, por tanto, para creerlas auténticas, como también a esperar a que se cumplirá la parte que todavía está por realizar.

Cuando el cumplimiento de profecías tan trascendentales, como éstas, se aplaza, el aplazamiento está anunciado siempre por otras de un modo que no deja lugar a dudas. —Extracto de la materia por el P.J.D. Corbató, en Apología del Gran Monarca—.

Concordancias de las profecías de los videntes de Ezquioga con
las ya conocidas y acreditadas, referentes a los últimos tiempos.

Muchos se extrañan, cuando no se escandalizan, de las revelaciones hechas por la Santísima Virgen a los videntes auténticos de Ezquioga, poniéndolos reparos y obstáculos; cuando, si hubiesen hojeado las aprobadas de los santos y demás siervos de Dios, tocante a los propios asuntos y tiempos a que se refieren aquellas, depondrían todos sus recelos. Mas, no se estudia, y en su lugar se emplea el desprecio y la burla; sucediendo a las declaraciones de los videntes de Ezquioga la suerte misma que corrieron todas, todas las profecías de los santos respecto al particular. Las profecías de santa Brígida, aprobadas por la Iglesia, eran ridiculizadas, mientras vivía la santa, las cuales eran calificadas de “cosas de la vieja”, por religiosos doctos, que fueron divina y sensiblemente castigados a causa de sus desmanes contra la fiel sierva de Dios.

Así son tratadas las cosas santas en y por el mundo no religioso y por el religioso. Pero es evidente que, como Dios nada obra en vano, y como se ha advertido al principio de la Obra, ha delegado en su Madre los ministerios de predicadora, intercesora y medianera, para advertir al mundo que, en vista de su universal corrupción, haga oración, penitencia y sacrificios, precisamente lo que en otras azarosas épocas pedía el Señor por medio de sus santos; oración privada y pública, penitencia abnegatoria e inmolatoria, y sacrificio en obsequio de nuestros hermanos; se sigue que las apariciones de la Santísima Virgen en Ezquioga no son más que “continuación acentuada” de una ley eterna, y por tanto, las revelaciones dadas en dichas apariciones, para ser auténticas, han de estar en perfecta consonancia con las pretéritas, aprobadas unas y por aprobar otras, más todas ellas reconocidas por verdaderas.

Porque hay que insistir en este extremo, desatendido y rechazado por olvidado e inestudiado. Es a saber: que todas las visiones y revelaciones verdaderas de Ezquioga tienden a concretar la idea de la monstruosa depravación universal para ir a parar en la temporal y eterna perdición humana, y el anhelo del cielo por remediar esta colosal miseria, a fin de que el mundo se purifique y salve. Y como en ello cabe mayor responsabilidad a los que están puestos para ser luz y sal de la tierra; he ahí que muchas de las revelaciones atiendan a este capital extremo.

Y parece mentira que los que no ignoran que el espíritu de profecía, por ser don del Espíritu Santo, no puede faltar en la Iglesia católica, tomen las visiones y revelaciones (sencillas plasmaciones de este profético espíritu) como cosas vitandas, o cuando menos inatendibles, ¡adonde hemos llegado!, so pretexto que no se cumplen o que no se sabe cuándo se cumplirán. Precisamente todas las visiones y revelaciones mencionadas, que al fin repetido se dirigen, son conminatorias, de forma que, si hubiere enmienda en los hombres, habría mitigación o cesación de castigos. Pero, repárese (cada cual puede ser juez en esta materia) después de tantas revelaciones, ¿hay enmienda en el mundo?  ¿No? Pues la conclusión es lógica. Tampoco habrá disminución ni retraso, antes bien, sucederán a su tiempo los castigos. —Las principales profecías sobre los últimos tiempos y, por consiguiente, de la aparición de los Crucíferos y del Gran Monarca o Rey poderoso, restauradores de la religión y del orden general en el mundo, pueden leerse en: a) Novus Liber mirábilis, por Adrien Peladan, notable publicista (Venecia, 1510); Apología del Gran Monarca, por el P.J.D. Corbato; (Valencia, Bibliot. Españolista, 1904); y en otros. En tales obras se incluyen las profecías del beato Joaquín de Flora, cisterciense y abad de Corazzo (siglo XII; San Anselmo, obispo y padre de la Iglesia (s. id.); N.P.S. Francisco de Asís, Santa Brígida de Suecia y San Angelo, carmelita (s. XIII); San Vicente Ferrer, dominico (s. XIV; P. Jerónimo Savonarola, dominico (s. XV); Santa Catalina de Raconigi, beatos Nicolas Factor y Bernardino de Bustos, franciscanos, Taulero (s. XVI); San Alfonso Rodriguez (s. XVIII); beatos Reinaldo y Luis Grigñón de Monfort, Ven. Bartolomé Holzhauser, P. Lorenzo Ricci, general de los jesuitas, Pedro Turrel (s. XVIII); Sor Ana María Taigi, Josefa Lamarine, Bug de Milhas, Sor María Lataste, Maximino y Melania, videntes de Lasalette (s. XIX), hasta 200 profetas que fija el P. Corbató—. Como se ve, no son unos cualesquiera los profetas citados, sino que tienen garantizada su personalidad en este linaje de asuntos, y derecho, por tanto, a que se les crea, y todos ellos, léase bien, concuerdan con las profecías de los auténticos videntes de Ezquioga—.

Con respecto a los especiales castigos, fulminados por la Santísima Virgen en sus Revelaciones a los auténticos videntes de Ezquioga, contra el clero desencauzado, tan negados y desprestigiados por los mismos contra quienes se fulminan, debemos advertir que las Apariciones de que tratamos no fueron negadas ni vilipendiadas hasta que dichos castigos fueron dictados. Les sucedió idénticamente igual que pasó a los escritos de la Madre Rafols, esto es, que, mientras no fueron hallados los escritos que tratan de las conminaciones a dicho clero, los anteriores escritos fueron hallados aceptables; en cuanto salieron los de las conminaciones , no han sido buenos ninguno ¡vaya lógica!

Pues bien; para que se vea que las conminaciones de Ezquioga no van más allá de lo que rezan los escritos de la Madre Rafols y todas las anteriores profecías sobre el mismo asunto, diremos sucintamente que sobre los castigos fulminados contra un clero inobservante de sus deberes, hablaron terminantemente N.P.S. Francisco de Asís, Santa Ildegarda, Santa Catalina de Sena, Beato Bartolomé Saluzzo, venerables Sor Dominica del Paraíso, Sor Isabel Canori Mora, —En 1925 dice el Señor a esta Venerable: “Yo reformaré mi pueblo y mi Iglesia. Enviaré celosos sacerdotes a predicar mi fe; formaré un nuevo apostolado. Enviaré a Mi divino Espíritu a renovar la tierra… Mas toda esta grande obra no se realizará sin un profundo trastorno de todo el mundo, de todas las poblaciones, incluso de todo el clero secular y regular, de todas las corporaciones religiosas de uno y otro sexo”—, Bartolomé Holzhauser, Sor Ana Catalina Emmerich, Sor Imelda, Beato Benito José de Labre, Magdalena de la Vendeé, Sor María de la Cruz o Melania (de la Salette), —Las guerras europeas y mundiales, las hambres y pestes, el exterminio y desolación y los tres días de tinieblas están anunciados por la Virgen a Maximino y Melania—, Magdalena Porsat, Sor Natividad, M. María Rafols, San Juan Bosco, —De 1870 a 1873 el entonces D. Bosco habla de futuros horribles castigos al mundo, y dice: En noche oscura, pero iluminada por el cielo, una multitud de hombres, mujeres y niños, de todos hábitos, se reunieron en torno al Papa y salieron en procesión del Vaticano por entre muertos y heridos, tendidos en el suelo. Cuando se dieron cuenta que estaban fuera de Roma, habían andado 200 días—. Los ángeles enarbolaron un estandarte en el que se leía: Regina sine labe concepta, Auxilium Cristianorum, y que entregaron al Papa, mandándole que fuera a predicar la divina Palabra y el desapego de las cosas terrenales, diciendo que había llegado la hora de la elevación del pobre, del labrador y del artesano. Andando el Papa, le rodearon gentes, que engrosaban a medida que avanzaba, llegando a Roma donde entonó el Tedeum. Todo el tiempo trascurrido en verificarse estas cosas corresponde a 400 salidas de sol.  Lo cual se corresponde con lo que el señor y la Virgen han dicho a los tres años de destierro en el desierto, etc.—, todos ellos santos o siervos de Dios, intachables, y muy amigos del sacerdocio, algunos de ellos sacerdotes, que se vieron forzados por el cielo a anunciar los castigos que especifican para estos últimos tiempos. Nuestra Señora, en sus revelaciones a los verdaderos videntes de Ezquioga, no hace otra cosa que reavivar la memoria de tales inminentes castigos, con la agravante de haber aumentado estos en proporción a la maldad de los últimos tiempos, y de anunciar que son tan próximos, que están ya encima: Conversión total a Dios es lo que se pide, que lo demás está de sobra.

Tres modos de aplicación de las Declaraciones de los videntes de Ezquioga.

Las declaraciones de los auténticos videntes de Ezquioga pueden tomarse como: a) documentos históricos; b) profecías privadas; c) elementos de juicio.

Como documentos históricos, tanto como profecías privadas son susceptibles de estudio crítico, y de hecho lo practicamos a lo largo de toda esta obra; dejando a la autoridad de la Iglesia el que, en su día se pronuncie acerca de las mismas, en cuanto a escritos inspirados o revelados, destinados a regular nuestra creencia. 

Como elementos de juicio son, desde luego, necesarios para la defensa que llevamos entre manos; porque, en dichas declaraciones, se trata entre otras cosas, de actuaciones personales, propias y ajenas, ordenadas por autoridad superior, que las dejan al margen de toda delincuencia.

En lo relativo al estudio de la Profecía de San Malaquias, en armonía con las declaraciones de los videntes auténticos de Ezquioga, he aquí lo que el doctor Pijoan escribe, a quien extractamos: (—El siglo XX y el fin del mundo, pág. 42-43—)

“Con respecto a los principios generales relativos al estudio de las profecías no oficialmente reconocidas por la Iglesia, hay que distinguir tres disposiciones o estados del alma por las cuales debe pasar el que lealmente aborde el estudio de una profecía nueva.

  1. No despreciar, no rechazar a priori y sin examen, un escrito que se presenta como profecía. Porque Dios puede hablar cómo, cuándo y a quien quiera. Y lo ha hecho a los santos. Sería por consiguiente, hacer causa común con los racionalistas y naturalistas el rechazar un escrito por la sola razón de ofrecérsenos como profecía.
  2. El examen a que nos referimos, ha de ser formal; y consiste en averiguar si la profecía contiene “algo expreso y no dudoso” contra la fe; y aún esto es poco, porque podría proceder de ilusión o imaginación humana; por esto es preciso conocer la realización de la misma, que es la gran piedra de toque de toda profecía verdadera; Jn. 14-19-, aunque no es necesario que para ser verdadera se haya verificado en todas sus partes: basta que se haya verificado (y de ello hay comprobación) un cierto número de predicciones; porque si vemos claramente la intervención divina en una parte de la profecía, podemos deducir el mismo origen sobrenatural para las restantes; ya que Dios no puede hacerse solidario de un falsario o de un iluminado.
  3. Cuando sin prejuicios, se ha estudiado el valor de una profecía, hay que respetarla, si ha sido reconocida verdadera desde el viso de la fe y de la historia, según queda expuesto”.

Semejanzas y armonías entre las profecías y los profetas
de los Libros Sagrados y los de Ezquioga.

Del estudio comparativo de las visiones, revelaciones y profecías de los Libros Sagrados del Antiguo y Nuevo Testamento con las tenidas y proferidas por los videntes de Ezquioga, obtenemos las conclusiones siguientes:

  1. Que el lenguaje, tono y finalidad, tanto de las unas como de las otras, es idéntico: lenguaje sencillo, sobrio, parco; tono terminante, imperativo, enérgico; finalidad, la corrección y santificación de los hombres y los pueblos, mediante el acercamiento a Dios Creador y Redentor suyo; y como sanción a la transgresión de este divino y eterno Plan, los castigos, primeramente suaves, parciales e intermitentes; y secundariamente, terribles, generales y concluyentes. Todas, absolutamente todas las revelaciones, llevan idéntico sello.
  2. Que los instrumentos empleados por el cielo para este linaje particularísimo de empresas han sido, casi siempre, personas ignoradas, humildes y hartas veces inútiles.
  3. Que los medios adoptados en la introducción de estos instrumentos, llámense profetas o videntes, en los pueblos, son el milagro, el descubrimiento de las conciencias, vida mortificada, la pureza de las costumbres y la misión particular acerca de grandes y pequeños.
  4. Que el desprecio de los grandes y poderosos a los profetas, y la persecución y el martirio de éstos ha sido y es general.
  5. Que las profecías, unas se han cumplido, y las restantes se cumplirán, por igual razón que las anteriores.
  6. Que el clamor ante los desprecios, las persecuciones, vejaciones y el martirio de los profetas o videntes ha llagado en todo tiempo al cielo; por cuya causa el Señor, que los mandó como embajadores suyos a los pueblos, toma a su especial cargo no dejar sin ejemplar castigo las injusticias cometidas con sus enviados, y último.
  7. Pero, como las Revelaciones de Jesús y la Santísima Virgen, en su sección futura, y más particularmente, en lo que se refiere a los castigos anunciados, son tan concretos que no parecen sino una paráfrasis del Apocalipsis de San Juan, sobre todo a partir de su capítulo VII: paráfrasis exacta y del más alto valor por el origen de donde parte, de ahí las “Armonías de las Revelaciones en Ezquioga con el Apocalipsis de San Juan.

En efecto; el Apocalipsis, redactado por el apóstol San Juan, durante su destierro en Patmos, trata en sus tres primeros capítulos de las iglesias de Asia de su tiempo; y en los tres siguientes, de la gloria del divino Cordero en el cielo. Pero, al llegar al capítulo VII, y sobre todo ya en el VIII, comienza a describir los castigos que la justicia de Dios mandará al mundo prevaricador en los últimos tiempos.

Pero, ¿es qué estamos ya en los últimos tiempos? El lector podrá examinar nuestra Obra: De Dios a la Creación; De la Creación al Arte; del Arte a Dios,   principalmente el volumen tercero, capítulo último, todavía inédito, donde larga y biográficamente tratamos este asunto, y se convencerá de que lo estamos. Además, el más profundo contraste entre los videntes de Ezquioga y sus Declaraciones da la sensación de que en esto, no solo hay armonía sino identidad entre la mencionada Obra, las Declaraciones apuntadas de los videntes y el Apocalipsis del Evangelista.

Entrando, empero, en la enumeración, detalle y lapsos de tiempo de los castigos referidos por los videntes de Ezquioga y el Apocalipsis, hay tanta armonía e identidad entre ellos  que no parece sino que aquellos se van tomando de éste. Pero, a poco que el estudioso lector los vaya examinando y comparando, verá que no obstante que los videntes desconozcan por completo y hasta ignoren el título del Apocalipsis, y que no es posible, por una reunión de circunstancias, que no es menester apuntar, que los videntes los inventen, el hecho es que los castigos anunciados por éstos, son iguales o muy parecidos a los que San Juan describe en su libro profético; hasta la época de paz que seguirá a los castigos; hasta el recrudecimiento de la persecución terribilísima a la Iglesia de Dios con la aparición del Anticristo y los falsos profetas hasta el fin del mundo.

Más, queremos se fije el lector en un detalle significativísimo que, como los anteriores, coincide con otro, que los videntes de Ezquioga señalan. Dice así el Apocalipsis: “Entre tanto, los demás hombres que no perecieron con estas plagas, no por eso hicieron penitencia de las obras de sus manos con dejar de adorar a los demonios y a los simulacros de oro y plata y bronce y piedra y madera, que ni pueden ver ni oír ni andar. Ni tampoco se arrepintieron de sus homicidios, hechicerías, deshonestidades y robos…” —Capi. IX. 20-21—.

Está visto que tenemos dos sentidos para juzgar las cosas; y en lo que atañe a esto, solemos pedir sanciones grandes para que los hombres se arrepientan de sus crímenes y delitos y vuelvan a lo que deban ser; sin reparar que, por muchos castigos que recibamos, a causa de no tenerlos por tales, o porque pronto olvidamos el escarmiento, volvemos a las andadas: Es lo que acaban de expresar el Apocalipsis, y eso mismo es lo que expresan los videntes de Ezquioga.

Impresión “particular” sobre las dichas visiones y revelaciones.

Notadas las impresiones generales, vengamos sobre las particulares sobre el caso, ofreciéndonos ante todo la forma de las:

Apariciones de la Santísima Virgen.— Todos, absolutamente todos los videntes, coinciden en declarar la forma de las apariciones marianas, aumentadas en unos y restringidas en otros. La Virgen se aparece joven, casi niña. Hay que notar que Nuestra Señora, por más que durmió para despertar en el cielo a los 72 años, —Véase De Dios a la Creación, etc., tomo I, “Definibilidad dogmática de la Asunción de la Virgen”, y la Declaración de Cruz Lete. Documentación Serie B, nº 3—, sin embargo su naturaleza no envejeció jamás, sino que sostuvo a los 30 años de edad, manteniéndose así en lo sucesivo hasta siempre. Pero por razón de su virginidad y pureza, sin mancha alguna, en atención a la dignidad de Madre de Dios, y debido a su premio singular en el cielo, con gozo y gloria superior a todos, excepción hecha de Dios, de ahí el que aparezca con una juventud inferior a los treinta años de edad; semeja a una niña de 15 a 18 años. Tan hermosa, tan sin defecto alguno, tan llena de gracia y encanto sin igual, que, poseyendo las características todas de la Esposa de los Cantares, descritas por el Espíritu Santo, son envueltas estas características en un nimbo de gloria tal, que el que la ve vestida de sol, calzada de la luna, coronada de estrellas, rodeada de ángeles, pisando el dragón, envuelta en el singular “lumen gloriae” suyo, radiando de luz inmensamente más potente que la del sol, se estremece, siendo robada el alma hacia ese portento de belleza suma que encandila.

Viste la Virgen en Ezquioga, de ordinario, túnica blanca y manto negro; pocas veces de Inmaculada. Lleva en su mano izquierda al Niño Jesús, de lado, con túnica blanca y crucifijo entre las manos entrelazadas. En otra mano, un pañuelo y rosario en la muñeca. A veces está rodeada de algún santo o de santos. La mayor parte de las veces está triste, derramando lágrimas, en ocasiones de sangre. A veces enmudece; otras habla y revela futuros acontecimientos y secretos del corazón. Otras veces aparece de Dolorosa, acompañada de ángeles o sola, a tenor de cómo es descrita en las diversas apariciones que siguen. Hay ocasiones, pero éstas son las menos, en que se presenta sin visión, a ciertas almas muy queridas suyas, y la presentación es como si anduviese por el mundo, cual joven honestísima, de jovialidad y alegría grandes, mostrando sumo interés por lo de Ezquioga y por conversar con dichas almas, pero sin declararse a ellas, las cuales, mientras han hablado con Ella, (va a veces sola y otras acompañada) han notado harta rareza en las palabras y en las obras, sobre todo en las pupilas, que son siempre las de la Virgen, intrigándose mucho; y sólo cuando ha marchado se les ha ocurrido que pudiese ser la Madre de Dios, sospecha que se ha confirmado posteriormente, declarándolo Nuestra Señora a otros videntes.

Apariciones de Jesús.— Nuestro Divino Salvador se aparece de muchas formas, edades y actitudes, pero todas rememorando episodios de su vida santísima. Sin embargo, lo ordinario es que aparezca de niño pequeño, de 10 o 12 años, como el Jesusín de Praga, bien como sagrado Corazón, ostentando su amante costado herido, bien como en algún trance de la Pasión. La hermosura del Señor es copia de la de su Madre. No hay hijo que más a su madre se parezca, ya que su Humanidad sacratísima es, en el orden natural, la perfección suma y la restauración del tipo Adán en su primera fase. Como Nuestra Señora, calla o habla, según conviene; se alegra o entristece y hasta derrama lágrimas de sangre, y adopta aptitudes en armonía con el misterio que representar quiere al vidente. En otros lugares fue más el Niño Jesús que la Santísima Virgen, el que se apareció a los niños con los cuales jugaba como otro pequeñín, y amorosamente les regalaba.

Apariciones de ángeles y santos.— Con la Santísima Virgen y con Jesús suelen aparecerse ángeles y también santos. Lo más ordinario son los primeros, que acompañan a Nuestra Señora.

Los ángeles suelen vestir túnicas blancas y, en ocasiones, unos anillos de oro ciñen sus cabezas rizadas. No hablan nunca y están siempre a las órdenes de Jesús y de la Virgen. Los santos van con sus hábitos de ministerio u orden religiosa en que sirvieron en el mundo, acompañando a Nuestro Señor y Nuestra Señora. A veces hablan.

Apariciones del diablo: Manera de saber distinguirlo. En el capítulo XIII dejamos dicho muchas cosas pertinentes a este “singular desgraciado”; mas, corresponde aquí fijarlo en si propio y en las circunstancias de las apariciones de Jesús y de María. Téngase siempre presente (y es bueno repetirlo) que el mal espíritu es de oficio ladrón y seductor. Y como seductor al mal, miente para engañar y corromper. Por esto suele tomar formas y actitudes de todo lo existente: de seres visibles e invisibles y de objetos conocidos y por conocer; a veces seres y objetos inverosímiles. Toma la forma de Jesús y de María, de ángeles y santos, de almas del purgatorio y condenados, de personas vivas y difuntas. Claro está que de ordinario, no suele ir tan caracterizado que por algún rastro, gesto, o voz no se le conozca; pero, si esto es lo ordinario, y por ello suelen distinguirlo enseguida o luego los videntes; no obstante, extraordinariamente, permitiéndolo Dios, finge tan perfectamente, que para conocerle, hay que echar mano de los medios orales o psicológicos a fin de forzarle a que dé una contestación categóricamente adecuada, según en dicho capítulo dejamos advertido. Y el que esto no sepa o no lo emplee, desde luego será seducido por la serpiente vieja, en la creencia de que no es él, sino Jesús, María, ángel, santo o persona digna, según vaya disfrazado. Y se disfraza de todo lo que reviste y acompaña, y como reviste y acompaña a dichos seres.

Es prueba de que el diablo ha recibido del cielo mayor poder para tentar a los hombres (siendo esto señal de que estamos en los últimos tiempos) la razón de que hasta que han sucedido los Hechos de Ezquioga huía de la hostia consagrada, de la cruz, del agua bendita, del rosario, de los evangelios; en una palabra, de todas las cosas sagradas. Pues, desde las Apariciones de la Virgen en la campa de Anduaga no le asustan estas cosas santas, muy por el contrario las rompe, las arroja al suelo y se mofa de ellas y del que las emplea. ¡Cuántos casos de estos podíamos, sin esfuerzo, aducir, de los cuales somos testigos! —Documentalmente los tenemos registrados en nuestro Cuad. De Memor.—

Y ello es menester que, tanto el vidente como su juez y director y todos lo conozcan, a fin de que, en materia tan abstrusa como esta, no hierren.

Y, desdichadamente, por no conocer estos pormenores muchos videntes han tomado ciertas apariciones diabólicas, con sus revelaciones correspondientes, si las ha habido, por apariciones del cielo, engañándose y engañando a quienes toman el género averiado y sano, por bueno.

Y es tan astuto el diablo que, para más fácilmente engañar a los videntes, aparte el diabólico disfraz apuntado (como su estudio no consista sino en observar a Jesús, María, ángeles y santos y videntes y no videntes, y ver qué hacen y cómo lo hacen y lo que hablan y cómo lo hablan y sus tendencias, que son siempre a lo bueno, pero que el diablo las desarreglará de tal modo que hasta forjará cosas y palabras buenas para mejor seducir) se introdujo de tres especiales modos en las apariciones santas, entrando aquí lo dificultoso:

En el modo 1º, presentase solitario, como Virgen, v. gr.; con el niño (que dice ser Jesús), con ángeles (por supuesto malos), con luz (no brillante como la del cielo) etc.  En el modo 2º presentase en medio de una visión verdadera, fingiendo la voz para ver si pasa por tal. Y en el modo 3º, presentase cuando ha desaparecido la verdadera aparición, para entonces, él darse tono y ver si recibe homenajes de los videntes, y como con nuestra madre Eva, entra en conversación con ellos para ver si los seduce y los derriba. 

 Vamos a citar dos ejemplos tomados de las declaraciones de un exvidente que, como todas, se nos presentaron para el examen, viéndose en ellos confirmado lo antecedente. Dice así:

31 Julio 1931: “Llegué a Ezquioga, y al terminar el rosario, vi aparecer entre nubes a la virgen con el niño entre los brazos, como el día anterior. Al poco rato desapareció para volver a aparecerse de milagrosa, de rodillas y orando ésta desapareció para aparecer sentada en una silla con un niño en las rodillas. Duró tres cuartos de hora”.

16 Agosto 1931: “La visión fue de dolorosa con dos ángeles en cada lado, llevando en las manos espadas de fuego. Luego, apareció una monja y se puso de rodillas. La virgen me habló con una voz muy suave y me dijo que la monja me diría unas palabras. Ésta me miró y me dijo…” Refugium virginum. “Luego, volvióse a la virgen en actitud de hablar. Al poco rato desapareció la monja y los ángeles, y la virgen paseando una mirada por los que allí estaban presentes, desapareció.

Pues bien, sin temor a ser desmentido, esas virgen, niño, dolorosa, milagrosa, ángeles y monja fueron todos ellos demonios del infierno.

Y ante este tenor, los que se metieron a directores y a recoger a troche y moche declaraciones, y ciertos jueces, vean si pueden pasar adelante.

Lugares en que aparece la Virgen y fruto alcanzado.

“Me estoy apareciendo, —dice Nuestra Señora—, y no hubiera creído hubiese quedado ni un solo corazón sin entregarse a Mí… Los que más debieran amarme son los que más lejos están de Mí… Pedid por ellos y por los que no piden… Si se rezase en España tres Avemarías por cada persona no enviaría el castigo…” “Pero, en vista que no se hace, mi querido Padre —añade Jesús— está obligado a enviarle… Tengo motivos para abandonaros, pero es tanto el amor que mi querida Madre tiene a España, que os avisa”. —Documentación Serie B, nº 2.—

Creemos haber insinuado que la misma multiplicidad de apariciones y a tantos videntes, por ser cosa desusada, es motivo de escándalo, risa y mofa para muchos católicos, incluso sacerdotes y religiosos, y de persecución a los videntes y de cuantos con ellos simpatizan. Conocemos casos de pueblos creyentes en lo de Ezquioga, que ha bastado la propaganda en contra, de su cura, para trastornarlo y pervertirlo; y de comunidades religiosas que, en ejercicios el padre que los dirigía, los encaminó de tal modo que, al terminarlos, acabaron las religiosas y religiosos por no creer en nada de lo que tratamos.

La propaganda, la predicación, el escrito, el libelo, la mofa y la persecución son terribles, más terribles de lo que se puede imaginar. Sabemos de videntes que, sólo por serlo, han sido despedidos de casa y maltratados. Se les dice que la Iglesia ha prohibido visitar a Ezquioga; que pecan mortalmente los que van, y que los que les aconsejan que vayan son malos. Hasta se ha aconsejado la comisión del crimen, como medio para que desaparezcan los videntes. Jamás creyéramos, hasta que aquí vinimos, que tanta miseria hubiese en el mundo católico, que fuese tanta la confusión reinante, y que los pocos leales que tiene Cristo y su Madre, hubiesen de pasar por tales horcas caudinas. Más todo lo pasaremos con Aquél que nos conforta y con la protección eficaz y consoladora de Nuestra Señora.

Es por todo esto que la divina Madre, a primeros de julio de 1932, se queja amargamente a otro vidente, a quien dijo: “Un año hace ya que aparezco en este lugar; y ¡cuán pocos son los que me visitan!  Aun cuando haya gentes nuevas que vienen a encomendarse a Mí, son más los que se han marchado, dejando de creer y de invocarme…”

Esta incredulidad misma, y los preguntados que se nos hacen sobre el caso, al revelarnos que casi no quedan verdaderos creyentes, si no tuviéramos fe en las apariciones actuales de la Virgen nos harían creer por fuerza; pues es de fe que la providencia del Señor, da las cosas, en tiempo oportuno. Y, ¿qué tiempo más oportuno que el que corremos, dígase lo que se quiera en contra, en el que casi nadie cree y practica menos, para que Jesús y la Virgen, providentes en tiempo oportuno, vengan a socorrernos en la medida de tal necesidad? Y, ¿quién negará que la necesidad de ahora no es tal?

Refuerzan todavía más los consejos vertidos el hecho de las:

Señales extraordinarias de la conmiseración de Cristo
y María hacia sus hijos.

No son solamente las apariciones mencionadas y los saludables efectos de las mismas, el desusado fenómeno que se advierte. Hay más todavía: como fuertes aldabonazos, que el cielo da para la conmoción de las almas distraídas y perdidas sin rumbo en el proceloso mar de la vida, son las imágenes sacras animadas, que advierten al que no quiere cerrar los ojos y oídos, que Nuestro Señor y la Virgen nos llaman a penitencia, porque se acerca la hora. Ayer fue el Santo Cristo de Límpias, tan mal traído y llevado por los hombres de ciencia y arte (no hablamos de los ateos e impíos, pues de estos no hay cuenta), que negaron la autenticidad de sus movimientos; hoy es una imagen pequeñita y sin valor material, del Sagrado Corazón de Jesús, de una sirvienta de Madrid, en una de cuyas manos se advierte hinchazón y moradura, y a poco, unas gotitas de sangre que vierte. Es también una imagen del Cristo de Limpias, en estampa, de Villafranca (Guipuzcoa) que, por dos veces ha sangrado. Son otros crucifijos, uno de X y otro que está en Gerona, el de Asti (Italia) reconocido, que también han sangrado, etc., etc.; y citamos estos hechos para destacar el hecho general de que, a causa de los azarosos tiempos que corren, malos, como los han hecho los hombres, el cielo, todavía compasivo, se vale del movimiento de esas imágenes, como se vale de las apariciones dichas, obradas directamente por él, para despertar a los dormidos y hacerlos entrar en el camino de la salvación.

Los castigos se imponen. Estamos viendo cómo los mismos católicos creyentes, a lo que tienen más horror no es al pecado, sino a los castigos anunciados. Horror de esclavos, no de hijos. Todo se les vuelve a preguntar por el castigo, y cuáles, y cuántos, y cómo, y cuándo y dónde serán. Nos reímos de cierto acomodado católico de una ciudad norteña que, preguntando por los castigos, se le dijo que estaba anunciado por la Virgen que dicha ciudad sería inundada y tragada por el mar; y, con harta pena, responde: ¡Ahora que había comprado yo un chalet en la Concha!

Pero no quepa la menor duda. La Virgen no quiere mandar por su cuenta castigos. Es Madre misericordiosísima que, por esto, ha venido, y aguarda, hasta la mofa y el escarnio y la persecución, a que sus hijos extraviados se conviertan. Pero la justicia es de su Hijo, quien no ha de permitir que, en lo más mínimo, cuando la saeta señale la hora, quede la tierra, que ha regado con su sangre, sin purificar, de tantos crímenes y sacrilegios y malas obras y peores palabras y deseos, que en todas horas en ella cometen sus hijos. Y será, es preciso sea pronto, porque tras la ola de la inmoralidad y de la impiedad, que lo va cubriendo todo, ha de venir la ola divina que, a su vez, se encarame sobre aquellas y las sepulte para siempre.

Instrucciones y advertencias 

  1. Toda la Documentación va publicada como prueba de nuestra obligada defensa propia y de los Hechos de Ezquioga.
  2. No todos los videntes recogieron declaraciones; y otros, que las recogieron, no las presentaron.
  3. Por más que recogimos muchas más declaraciones que las que aquí se insertan, únicamente las insertadas, luego de repetidas veces examinadas, cribadas, contrastadas y limadas, aunque conservamos el lenguaje y el estilo particular de las mismas, son las que nos merecen fe y confianza y de las cuales sólo respondemos.
  4. Las Declaraciones que se insertan, están dadas casi siempre terminado el éxtasis, o tan luego han podido los videntes.
  5. Es imposible, de toda imposibilidad, que los videntes, que firman las Declaraciones, correspondientes a sus firmas, hayan elucubrado las revelaciones atañentes. Ni tienen ciencia, ni aunque la tuvieran, poseen la picardía suficiente para ello. ¿Qué decimos? No hay sabio ni pícaro, por listos que sean que, puestos en las circunstancias que los videntes, sobre todo Benita, elucubren una doctrina como la contenida en sus declaraciones. Esto se prueba haciendo un examen comparativo con las declaraciones supuestas.
  6. Los supuestos videntes, cuyos nombres y declaraciones no ponemos, no es porque no queremos, sino porque tenemos pruebas concluyentes de que no son verdaderos o de la Santísima Virgen, sino del demonio o mentirosos. Entendemos aquí por supuestos videntes, a todos los falsos, según ha quedado declarado en el capítulo XIV.
  7. El modo de manifestarse la Santísima Virgen a los videntes y darles sus revelaciones, es parecido a una conferencia telefónica, para la que el aparato receptor es el vidente en éxtasis, que la trasmite a los oyentes, y viceversa, aunque sin necesidad de hilos, micrófono y operadora. Bajo otro símil expónelo la misma Santa Virgen, diciendo: “Yo soy la mecanógrafa y los videntes las máquinas. El papel que pongo en éstas para escribir es la gracia de Dios. Cuando las máquinas se estropean, las compongo; más si no quedan bien, escojo otras”.
  8. Confesamos que Nuestra Señora ha dado el último y principal retoque a la Declaraciones. Tan es así que, si después de tanta labor, como importa la presente, la divina Madre no hubiera directamente intervenido en la corrección de las mismas e ilustración de todo el libro, nos hubiéramos retirado sin haberlo dado a la imprenta.

Examinadas atentamente las declaraciones, tan distintas, de un lado, y tan variadas de otro, hay que reconocer en todas ellas un fondo común, un pensamiento capital, un propio origen, una grandeza, hija de la doctrina misma, y una regla de moral; esto es: el fondo común de la diversa cuanto una doctrina; el pensamiento capital de la santificación y salvación de las almas y los pueblos; el propio origen divino, tanto si son de Dios, como si lo son de María; una grandeza hija de la doctrina misma, especificada en tan diversas Declaraciones, de distintas fechas; y una regla de moral para los tiempos actuales y del porvenir, de enseñanzas sublimes, como que parten de indiscutible fuente, que nos conviene leer y releer, para no sólo no olvidar jamás enseñanzas tales, sino para llevarlas al terreno de la práctica, en el que labraremos nuestra felicidad temporal y eterna.

Impresión general sobre las visiones y revelaciones
contenidas en tales “Declaraciones”.

Antes de entrar en la exposición particular de las Declaraciones de las visiones y revelaciones ocurridas en Ezquioga, preciso es ofrecer en bloque, las que no se especifican, para que el lector forme idea, siquiera aproximada, de la magnitud e importancia del asunto, pues es más lo que se calla por similitud o dificultad de exposición, que lo que se manifiesta por haberlo reunido en ésta.

No sabemos qué gozos cantar, después de haber visto cuanto de formidable y excelso ocurre en Ezquioga, y luego de haber leído y examinado, repetidas veces, con atención suma las visiones y revelaciones, oídas unas veces; presenciadas otras; declaradas aquellas; y anotadas por nosotros mismos, las demás; habiendo descontado las que no pueden pasar (y creemos que en estos menesteres nadie nos gana en escrupulosidad); porque asombra la gran variedad dentro de la unidad más severa, y la grandeza de la misericordia divina, dentro de la universal corrupción humana, que busca incansable, a la hechura de sus manos, para llevarla a un eterno feliz asilo.

Y es un portento, sencillamente un portento, inaudito, en toda la extensión de la palabra, considerar la “compañía” de los que han visto y tratado a Nuestra Señora, a Jesús y a los Santos, de todas las edades, sexos y condiciones, segregados del común mundano, atraídos a la Santa Montaña de las Apariciones, y convertidos (los que han cooperado) en plantel de confesores de la fe. Porque han sido alrededor de 152 los llamados a estas santas comunicaciones —(Capítulo XIV)— del cual vamos a citar solamente aquellos que merecen recordación. (Esta lista, después de compuesta, fue corregida y ordenada de nuevo tal como va aquí por la Santísima Virgen, en éxtasis de Benita Aguirre). Tales son:

  1. Andrés Bereciartúa, de Ezquioga de 9 años
  2. Antonia Bereciartúa, de Ezquioga de 12 años
  3. Benita Aguirre, de Legazpia de 9 años
  4. Hermano Cruz Lete, de Isasondo, de 20 años. Fallecido
  5. María Celaya, de Bacáicoa, de 19 años. Fallecida
  6. Beatriz Arrue, de Albistur, y algunas otras del mismo pueblo
  7. Inés Igoa, de Torrano, de 17 años
  8. José Garmendia, de Legazpia, de 41 años
  9. Pilar Ciordia, de Pamplona de 30 años
  10. Gloria Viñals, de Pamplona de 19 años
  11. Evarista Galdós, de Gabiria, de 21 años
  12. Ignacio Galdós, de Ezquioga de 47 años
  13. Ramona Olazabal, de Beizama, de 20 años
  14. Juan Ibarguren, de Azpeitia, de 21 años
  15. Jesús Elcoro, de Vergara de 23 años
  16. Jesús R., de San Sebastián de 28 años
  17. Juan Larrañaga, de Zumárraga de 12 años
  18. Beatriz Larrañaga, de Zumárraga de 9 años
  19. Ignacio Jaca, de Zumárraga de 13 años
  20. Juanita Salvide, de Herrera de 9 años
  21. Martín Ayerbe, de Cegama
  22. Guy de Thebalt, de Francia de 5 años
  23. Francisco Diego, de Irañeta de 21 años
  24. Luis Izurzun, de Irañeta de 21 años
  25. Esperanza Aranda, de San Sebastián de 30 años
  26. Jezequel, de Francia
  27. Josefa Lasa, de Ataún de 22 años
  28. Juana A., de Rentería de 71 años
  29. Ignacio Aguado, de Alava de 35 años
  30. Eugenio Ugalde, de Cestona, de 23 años
  31. Taboada, de Pasajes
  32. Fernandez, de Pasajes
  33. Sanchez de Segura
  34. María Antonia, de Albistur de 43 años
  35. Victor Salazar, de Araceta
  36. Esteban Bolinaga, de 70 años
  37. León Zabaleta, de Oñate de 51 años
  38. Huerva, de Cataluña
  39. Albó, de Cataluña
  40. Quiñonero, de Bañolas
  41. Enriqueta Tomás, de Bañolas, M. Letona, de Vergara
  42. Bedoya, del Ferrol
  43. Jca, de Huarte-Araquil de 21 años
  44. José Lizárraga, de Torrano de 15 años
  45. María Recalde, de Durango de 39 años
  46. Felix Armendariz, de Artajona
  47. María Carmen Salaverría, de Alza de 3 años.

Procede ahora la inserción de aquellas Declaraciones de videntes, que guarden conformidad con las normas anteriormente sentadas. Helas aquí: 

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Los Hechos Ezquioga publicados en este sitio:
https://aparicionesdejesusymaria.wordpress.com/tag/los-hechos-de-ezquioga/

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2 respuestas a Los Hechos de Ezquioga: Reglas críticas sobre la interpretación de profecías.

  1. Pedro Maese dijo:

    Buenas noche Ana: te agradezco todo el esfuerzo que haces dedicando tantas horas para difundir estos Regalos del Cielo. Aunque los que deberían creer no creen… Leyendo estos escritos de Ezquioga has encontrado alguna referencia da los crucificados que saldrán de Sevilla para salvación de muchos? No sé si leerá este correo pero si me puedes ayudar. Te regalo lo mejor q tengo mis oraciones diarias. Un abrazo,

    Pedro Maese Telf. 670 776 102 95 424 99 22/34

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