4º Domingo de San José: «La Presentación del Niño Jesús en el Templo, ofreciendo un par de tórtolas o dos palomas.»

Cuarto Domingo de San José [1]

Agustín del Divino Corazón – Manizales, Colombia (2009)

Los Siete Domingos de San José  comienzan
el Primer Domingo de Febrero y terminan el Tercer Domingo de Marzo,
antes de la Fiesta de San José, el 19 de Marzo.

Invocación a San José

¡San José, guardián de Jesús y casto esposo de María! Tú empleaste toda tu vida en el perfecto cumplimiento de tu deber. Tú mantuviste a la Sagrada Familia de Nazaret con el trabajo de tus manos. Protege bondadosamente a los que se vuelven confiadamente a ti. Tú conoces sus aspiraciones y sus esperanzas. Ellos se dirigen a ti porque saben que tú los comprendes y proteges. Tú también supiste de pruebas, cansancio y trabajo. Pero aun dentro de las preocupaciones materiales de la vida, tu alma estaba llena de profunda paz y cantó llena de verdadera alegría debido al íntimo trato que gozaste con el Hijo de Dios, que te fue confiado a ti a la vez a María, Su tierna Madre. Amén.

4º  Domingo – Dolor y Gozo

La Presentación del Niño Jesús en el Templo, ofreciendo
un par de tórtolas o dos palomas.

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San José dice:
Agosto 4/2009 (7:00 am)

Hijos amantísimos, pasados cuarenta días desde el Nacimiento de Jesús, fuimos al Templo para ofrecerlo a Dios, como manda la Ley. Un cortejo de Santos Ángeles nos acompañaban, porque llevábamos en nuestros brazos al Hijo de Dios, al Rey de reyes, al Señor de señores. El Cielo quedaba estupefacto ante tan hermosísima procesión, la naturaleza entera se inclinaba para rendirle sentidos homenajes de adoración; homenajes, porque el Mesías, el Dios esperado se encontraba en el pórtico del Templo presto para Su ofrecimiento; homenajes en los que la profetiza Ana y el anciano Simeón quedaron extasiados de Amor Divino ante Su Presencia; presencia que los llevó a la más profunda oración contemplativa, porque al fin después de mucho esperar pudieron admirar la grandeza de Dios, pudieron apreciar a Jesús, el Hijo de una humilde aldeana y de un sencillo carpintero.

Un dolor agudo se clavó en mi corazón al escuchar las palabras del anciano Simeón; palabras que aducían que este Niño estaba destinado para ruina y resurrección de muchos en Israel; palabras que aducían que sería el blanco de contradicción de los hombres y que una espada atravesaría el Inmaculado Corazón de María junto con su alma.  Este inmenso dolor se mezcló con un gran gozo; gozo de saber que así sería redimido el mundo; gozo de conocer, por anticipado, la misión del Emmanuel, Dios con nosotros; gozo de comprender con mayor claridad el gran Misterio que veían mis ojos; gozo de entender que a través de Jesús de Nazaret la humanidad entera sería salva; gozo de poderle amar con amor de padre y de poderle adorar como al Dios Uno y Trino.

Hijos amantísimos, venid también vosotros al Templo y ofrecedle a Dios un par de tórtolas; las tórtolas de vuestros sacrificios, las tórtolas de vuestra consagración al Señor; consagración que os llevará a repudiar las cosas del mundo y apreciar las del cielo. Consagración que os moverá a la consecución de la santidad. Consagración que os conducirá a caminar por los senderos y atajos que os llevan al cielo. Consagración que os motivará a permanecer en el Templo de Dios, esperando Su segunda venida.

Oración del Papa León XIII

A ti, bienaventurado José, acudimos en nuestra tribulación, y después de implorar el auxilio de tu Santísima Esposa, solicitamos también confiadamente tu patrocinio. Por aquella caridad que, con la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, te tuvo unido y por el paterno amor con que abrazaste al Niño Jesús, humildemente te suplicamos que vuelvas benigno los ojos a la herencia que con Su Sangre adquirió Jesucristo, y con tu poder y auxilio socorras nuestras necesidades. Protege, oh providentísimo Custodio de la Divina Familia, la escogida descendencia de Jesucristo; aparta de nosotros toda mancha de error y de corrupción; asístenos propicio desde el cielo, fortísimo Libertador nuestro, en esta lucha contra el poder de las tinieblas; y como en otro tiempo libraste al Niño Jesús de inminente peligro de la vida, así ahora defiende la Iglesia Santa de Dios de las asechanzas de sus enemigos y de toda adversidad, y a cada uno de nosotros protégenos con perpetuo Patrocinio para que a ejemplo tuyo y sostenidos por tu auxilio, podamos santamente vivir, piadosamente morir, y alcanzar en los cielos la eterna bienaventuranza. Amén.

Rosario de San José, por Agustín del Divino Corazón, Colombia (2007). 

***


[1] Agustín del Divino Corazón, Libro 9,  ‘María, Madre de la Iglesia’ (May-Ago / 2009).


Fuente:
https://aparicionesdejesusymaria.files.wordpress.com/2011/06/9_maria-madre-de-la-iglesia-may-ago-2009.pdf
https://aparicionesdejesusymaria.files.wordpress.com/2011/06/1_en-las-fuentes-de-mi-divino-corazon-i-mar-oct-20071.pdf

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