Día 15: Consagración a la Reina del Cielo en el Reino de la Divina Voluntad para culminar el 31 de Mayo.

De los Escritos de Luisa Picarreta:
«La Reina del Cielo en el Reino de la Divina Voluntad.»

15° día.

Sale del Templo. Esponsales con San José.
Espejo Divino al que llama a mirarse a todos aquellos
que son llamados por Dios al estado conyugal.

El alma a su Mamá celestial:

Mamá Santa, hoy más que nunca siento la necesidad de estarme estrechada entre los brazos de mi Mamá, a fin de que aquel Divino Querer que Reina en ti, forme el dulce encanto a mi voluntad, para que la tenga encerrada y no se atreva a hacer cosas que no sean Voluntad de Dios. Tus Lecciones de ayer me han hecho comprender la prisión en que pone a la pobre criatura la voluntad humana, y yo temo tanto que dé sus escapadas y tome su puesto de nuevo en mí, por eso me confío en mi Mamá, a fin de que me vigile tanto, que yo pueda estar segura de vivir siempre de Voluntad Divina.

Lección de la Reina del Cielo:

Vamos, hija mía, ánimo y confianza en tu Mamá y propósito férreo de no dar jamás vida a tu voluntad. ¡Oh!, cómo quisiera oír de tus labios: “Mamá mía, mi voluntad ha terminado, y todo el Imperio lo tiene en mí el Fiat Divino.” Éstas son las armas que la hacen estar muriendo continuamente, y vencen el Corazón de tu Mamá para usar todas las artes amorosas de Madre, para que su hija viva en el Reino de su Mamá. Para ti será dulce muerte, que te dará la verdadera vida, y para mí será la más bella de las victorias que haré en el Reino de la Divina Voluntad; por eso, confianza y ánimo en mí, la desconfianza es de los viles y de aquellos que no están verdaderamente decididos a obtener la victoria, y por eso están siempre sin armas, y sin armas no se vence y se es siempre intermitente y vacilante en hacer el bien.

Ahora, hija mía, escúchame, yo continuaba mi vida en el Templo y mis escapadas para allá arriba, a mi Patria Celestial; yo tenía mis derechos de hija de hacer mis pequeñas visitas a mi Familia Divina, que más que Padre me pertenecía, pero cual no fue mi sorpresa cuando en una de estas visitas mías me hicieron conocer que era Voluntad de Ellos que saliera del Templo, uniéndome con el vínculo de esponsalicio según el uso externo de aquellos tiempos, con un hombre Santo llamado José, y retirarme junto con él a vivir en la casa de Nazaret.

Hija mía, en este momento de mi vida, aparentemente parecía que Dios quería ponerme en prueba y en riesgo. Yo no había amado jamás a ninguno en el mundo, y como la Voluntad Divina tenía Su extensión en todo mi ser, mi voluntad humana no tuvo jamás un acto de vida, por eso en mí faltaba el germen del amor humano, ¿cómo podía amar a un hombre, por cuan Santo fuera, en el orden humano? Es verdad que yo amaba a todos, y era tanto el amor hacia todos, que mi Amor de Madre me los había escrito con caracteres imborrables de fuego, uno por uno en mi Materno Corazón, pero esto era todo en el orden del Amor Divino, porque el amor humano comparado con el Divino se puede llamar sombras, pinceladas, átomos de amor. Sin embargo, hija querida, lo que aparentemente parecía riesgo y como extraño a la Santidad de mi vida, Dios se sirvió de ello admirablemente para cumplir Sus Designios y concederme la gracia que yo tanto suspiraba, esto es, que descendiera el Verbo a la tierra. Dios me daba la salvaguarda, la defensa, la ayuda, a fin de que ninguno pudiera murmurar de mí, sobre mi honestidad, San José debía ser el cooperador, el tutor que debía tomar el interés de aquel poco de humano que se necesitaba, y la sombra de la Paternidad Celestial, en la cual debía ser formada nuestra pequeña Familia Celestial sobre la tierra. Entonces, a pesar de mi sorpresa, rápidamente dije Fiat, sabiendo que la Divina Voluntad no me habría hecho mal, ni perjudicado mi Santidad. ¡Oh!, si hubiera querido poner un acto mi voluntad humana, aun bajo el aspecto de no querer conocer hombre, habría mandado a la ruina los planes de la venida del Verbo sobre la tierra. Así que no es la diversidad de los estados la que perjudica a la santidad, sino la falta de la Divina Voluntad y el no cumplimiento de los propios deberes en el estado en el cual Dios llama a la criatura, todos los estados son santos, también el matrimonio, con tal que dentro esté la Divina Voluntad y el sacrificio exigido de los propios deberes, pero la mayor parte son indolentes y perezosos, y no sólo no se hacen santos, sino que forman del estado de cada uno, quién un purgatorio y quién un infierno.

Por eso en cuanto conocí que debía salir del Templo, yo no hice movimiento alguno, esperando que Dios mismo moviera las circunstancias externas para hacerme cumplir Su adorable Voluntad, como de hecho sucedió. Los Superiores del Templo me llamaron y me dijeron que era su voluntad, y también la costumbre de aquellos tiempos, el que yo debía prepararme al casamiento; yo acepté. Milagrosamente la selección entre tantos, cayó sobre San José, y así se formó el esponsalicio y salí del Templo. Por eso te ruego, hija de mi Corazón, que en todas las cosas, lo que más te importe sea sólo la Divina Voluntad, si quieres que los Designios Divinos se cumplan sobre ti.

El alma:

Celestial Reina, tu hija se confía a ti, con mi confianza quiero herirte el Corazón, y esta herida diga siempre en tu Materno Corazón: “¡Fiat! ¡Fiat! ¡Fiat! Te pide siempre tu pequeña hija.

Florecita: Hoy para honrarme vendrás sobre mis rodillas y recitarás 15 Gloria Patri para agradecer al Señor por todas las Gracias que me concedió hasta el quinceavo año de mi vida, especialmente porque me dio por compañía un hombre tan Santo, como era San José.

Jaculatoria: Reina poderosa, dame las armas para hacer guerra y vencer a la Voluntad de Dios.

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Sigue Día 15


Fuente:
Luisa Picarreta, La Reuna del Cielo.
Luisa Picarreta, Libro de Oraciones en la Divina Voluntad.

Oraciones Para la Semana, por Luisa Picarreta:
https://aparicionesdejesusymaria.wordpress.com/wp-content/uploads/2024/02/oraciones-para-la-semana-1.pdf

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15 de Mayo: San Isidro Labrador (1082-1172).

15 de Mayo: San Isidro Labrador (1082-1172)

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Día 14: Consagración a la Reina del Cielo en el Reino de la Divina Voluntad para culminar el 31 de Mayo.

De los Escritos de Luisa Picarreta:
«La Reina del Cielo en el Reino de la Divina Voluntad.»

14° día

Su Vida en el Templo forma el Nuevo Día para hacer
despuntar el Refulgente Sol del Verbo Divino sobre la tierra.
Se hace Modelo de las almas consagradas al Señor.

El alma a la Reina del Cielo:

Mamá Reina, heme aquí a tu lado para seguir tus pasos al entrar al Templo, y ¡oh!, cómo quisiera que mi Mamá tomara mi pequeña alma y la encerrara en el Templo Vivo de la Voluntad de Dios, que me aislara de todos, excepto de mi Jesús y de Su dulce compañía.

Lección de la Reina del Cielo:

Hija mía queridísima, cómo es dulce tu susurro en mi oído al oírte decir que quieres ser encerrada por mí en el Templo Vivo de la Divina Voluntad, y que no quieres otra compañía sino la de tu Jesús y la mía. ¡Ah!, hija querida, tú haces surgir en mi Materno Corazón las Alegrías de verdadera Madre, y si esto me haces hacer, yo estoy segura que mi hija será feliz, mis Alegrías serán las suyas, y tener una hija feliz es la más grande felicidad y gloria de un Corazón Materno.

Ahora escúchame, hija mía, yo llegué al Templo sólo para vivir de Voluntad Divina, mis santos padres me confiaron a los superiores del Templo, consagrándome al Señor, y mientras esto hicieron yo estaba vestida de fiesta, cantaron himnos y profecías respecto al futuro Mesías, ¡oh!, cómo se alegraba mi Corazón; después, con valor di el adiós a mis queridos y santos padres, besé su mano derecha, les agradecí por los cuidados que tuvieron de mi Infancia, y porque con tanto amor y sacrificio me habían consagrado al Señor. Mi presencia pacífica, sin llorar y valerosa les infundió tal ánimo, que tuvieron la fuerza de dejarme y apartarse de mí. La Voluntad Divina imperaba sobre mí, y extendía Su Reino en todos aquellos actos míos. ¡Oh!, Potencia del Fiat, sólo Tú podías darme el heroísmo, que si bien tan pequeña, tuve la fuerza de separarme de quienes tanto me amaban y que yo veía que se sentían destrozar el corazón al separarse de mí.

Ahora, hija mía, escúchame, yo me encerré en el Templo, y lo quiso el Señor para hacerme extender en mis actos que debía hacer en él, el Reino de la Divina Voluntad, para hacerme preparar el terreno con mis actos humanos, y el Cielo de la Divina Voluntad que debía formarse sobre este terreno, a todas las almas consagradas al Señor. Yo era atentísima a todos los deberes que se acostumbraban hacer en aquel Lugar Santo, yo era pacífica con todos, jamás di amarguras ni molestias a ninguno, me sometía a los servicios más humildes, no le encontraba dificultad a nada, ni a barrer, ni a cocinar, cualquier sacrificio era para mí un honor, un triunfo, ¿pero quieres saber por qué? Yo no veía nada, todo para mí era Voluntad de Dios, así que la campanita que me llamaba era el Fiat, yo oía el Sonido Misterioso del Querer Divino que me llamaba en el sonido de la campanita, y mi Corazón se alegraba y corría para ir donde el Fiat me llamaba. Mi regla era la Divina Voluntad, a mis superiores los veía como comandantes de un Querer tan Santo, por eso para mí la campanita, la regla, los superiores, mis acciones, incluso las más humildes, eran Alegrías y Fiestas que me preparaba el Fiat Divino, que extendiéndose también fuera de mí me llamaba a extender Su Voluntad para formar Su Reino en los más pequeños de mis actos, y yo hacía como el mar, que esconde todo lo que posee y no deja ver otra cosa que agua, así hacía yo, escondía todo en el Mar inmenso del Fiat Divino, y no veía otra cosa que Mar de Voluntad Divina, y por eso todas las cosas me llevaban Alegrías y Fiestas. ¡Ah!, hija mía, en mis actos corrías tú y todas las almas, yo no sabía hacer nada sin mi hija, era propiamente para mis hijos que preparaba el Reino de la Divina Voluntad. ¡Oh!, si todas las almas consagradas al Señor en los Lugares Santos hicieran desaparecer todo en la Divina Voluntad, cómo serían felices y convertirían las comunidades en tantas familias celestiales y poblaría la tierra de muchas almas santas. Pero, ¡ay de mí! debo decirlo con dolor de Madre, ¿cuántas amarguras, trastornos, discordias no hay? Mientras la Santidad no está en el oficio que les toca, sino en el cumplir la Voluntad Divina en cualquier oficio asignado a ellas, porque es la pacificadora de las almas, fuerza y sostén en los sacrificios más duros.

Ahora préstame atención y escucha a tu Mamá que quiere dividir contigo su fortuna. Yo continuaba mi vida en el Templo, pero el Cielo no estaba cerrado para Mí, yo podía ir cuantas veces quería, tenía el paso libre para subir y descender; en el Cielo tenía mi Familia Divina con la cual yo ansiaba ardientemente y suspiraba el entretenerme con Ellos, la Divinidad misma me esperaba con tanto Amor para conversar conmigo, para felicitarse y hacerme más Feliz, más Bella, más Querida a los Ojos de Ellos; por otra parte no me habían creado para tenerme lejana, no, no, querían gozarme como hija, querían escucharme, cómo mis palabras animadas por el Fiat tenían la Potencia de poner Paz entre Dios y las criaturas, amaban el ser vencidos por Su pequeña hija y oírse repetir: “Descienda, descienda el Verbo sobre la tierra.” Puedo decir que la misma Divinidad me llamaba, y yo corría, volaba en medio a Ellos, mi presencia, porque no había hecho jamás voluntad humana, los correspondía del Amor y de la Gloria de la gran obra de toda la Creación, y por eso me confiaban el Secreto de la historia del género humano, y Yo rogaba y volvía a rogar que se diera la Paz entre Dios y el hombre.

Ahora, hija mía, tú debes saber que sólo la voluntad humana cierra el Cielo, por eso no le era dado penetrar en aquellas regiones celestiales, ni de tener trato familiar con su Creador, por el contrario, la voluntad humana lo había arrojado lejos de Aquél que lo había creado. En cuanto el hombre se sustrajo de la Voluntad Divina se volvió miedoso, tímido, perdió el dominio de sí mismo y de toda la Creación, todos los elementos, porque dominados por el Fiat, permanecían superiores a él y le podían hacer mal. El hombre tenía miedo de todo, ¿y te parece poco, hija mía, que aquél que había sido creado rey, dominador de todo, llegara a tener miedo de Aquél que lo había creado? Extraño, hija mía, y diría casi contra natura, el que un hijo tenga miedo de su padre, mientras que es natural que, así como se genera, se genera al mismo tiempo amor y confianza entre padre hijo, y esto se puede llamar la primera herencia que toca al hijo, y el primer derecho que toca al padre. Así que Adán con hacer su voluntad perdió la herencia de su Padre, perdió Su Reino y se volvió el hazmerreír de todas las cosas creadas.

Hija mía, escucha a tu Madre y pondera bien el gran mal de la voluntad humana, ella quita los ojos del alma y la hace volverse ciega, de modo que todo es tinieblas y miedo para la pobre criatura. Por eso pon la mano sobre tu corazón y jura a tu Mamá que quisieras morir antes que hacer tu voluntad. Yo, por no hacer jamás mi voluntad no tenía ningún miedo con mi Creador, ¿y cómo podía tener miedo si me amaba tanto? Y el Reino se extendía tanto en mí, que con mis actos iba formando el Pleno Día para hacer surgir el nuevo Sol del Verbo Eterno sobre la tierra, y yo conforme veía que se iba formando el Día, así aumentaba mis súplicas para obtener el suspirado Día de la Paz entre el Cielo y la tierra. Ahora, mañana te espero para narrarte otra sorpresa de mi vida acá abajo.

El alma:

¡Oh!, Mamá Santa, cómo son bellas tus Lecciones, cómo descienden dulces en mi corazón. ¡Ah!, te ruego que extiendas en mí el Mar del Fiat Divino y me lo amuralles alrededor, a fin de que tu hija no vea y no conozca nada más que Voluntad Divina, de modo que navegando siempre en Ella, pueda conocer Sus Secretos, Sus Alegrías, Su Felicidad.

¡Oh!, cuántas veces también yo me sentía con temor, timidez, y como lejana de mi Creador, ¡ah!, era mi voluntad humana que reinaba en mí, no la Divina, y por eso yo sentía sus tristes efectos. Si me amas como hija, toma mi corazón entre tus manos y arroja de mí el miedo y la timidez que me impiden el vuelo hacia mi Creador, y en su lugar pon aquel Fiat que tú tanto amas, y que quieres que reine en mi alma.

Florecita: Hoy para honrarme me harás doce actos de amor, para honrar los doce años que viví en el Templo, rogándome que te admita en la unión de mis Actos, y pondrás en mis manos todo lo que sientas de molestia, de temor, de desconfianza, a fin de que te los convierta en Voluntad de Dios.

Jaculatoria: Reina Mamá, enciérrame en el Sagrado Templo de la Voluntad de Dios.

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Sigue Día 15


Fuente:
Luisa Picarreta, La Reuna del Cielo.
Luisa Picarreta, Libro de Oraciones en la Divina Voluntad.

Oraciones Para la Semana, por Luisa Picarreta:
https://aparicionesdejesusymaria.wordpress.com/wp-content/uploads/2024/02/oraciones-para-la-semana-1.pdf

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14 de Mayo: San Matías, Apóstol y Mártir (†60).

14 de Mayo: San Matías, Apóstol y Mártir (†60)

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Día 13: Consagración a la Reina del Cielo en el Reino de la Divina Voluntad para culminar el 31 de Mayo.

De los Escritos de Luisa Picarreta:
«La Reina del Cielo en el Reino de la Divina Voluntad.»

13° día

Parte del Templo y da Ejemplo de total Triunfo en el Sacrificio.

El alma a la Reina Triunfante:

Mamá celestial, hoy vengo a postrarme ante ti para pedirte tu Fuerza invencible para que, en todas mis penas, y tú sabes cómo está lleno mi corazón de ellas, hasta sentirme ahogada, si tú tanto amas el hacerme de Madre, toma mi corazón en tus manos y derrama en él el Amor, las Gracias, la Fuerza de triunfar en mis penas, y convertirlas todas en Voluntad Divina.

Lección de la Reina Triunfante:

Hija mía, ánimo, no temas, tu Mamá es toda para ti, y hoy te esperaba para que mi heroísmo y mi Triunfo en el sacrificio, te infunda fortaleza y ánimo, y así pueda ver a mi hija triunfante en sus penas y con el heroísmo de soportarlas con amor y para cumplir la Divina Voluntad.

Ahora, hija mía, escúchame, yo tenía apenas tres años, y mis padres me hicieron saber que querían consagrarme al Señor en el Templo. Mi Corazón se alegró al conocer esto, el consagrarme y pasar mis años en la Casa de Dios, pero bajo mi alegría había un dolor, una privación de los más queridos que se pueden tener en la tierra, como eran mis queridos padres; era pequeña, tenía necesidad de sus cuidados maternales, me privaba de la presencia de dos grandes Santos, y además veía que conforme se acercaba el día de privarse de mí, que hacía su vida plena de alegría y de felicidad, sentían tal amargura de sentirse morir, pero aunque sufrían estaban dispuestos a hacer el acto heroico de conducirme al Señor.

Mis padres me amaban en orden a Dios y me tenían como un gran don dado a ellos por el Señor, y esto les dio la fuerza de cumplir el doloroso sacrificio. Por eso, hija mía, si quieres tener fuerza invencible para sufrir las penas más duras, haz que todas las cosas tuyas sean en orden a Dios y tenlas como dones preciosos que te ha dado el Señor.

Ahora, tú debes saber que yo con ánimo preparaba mi ida al Templo, porque en cuanto entregué mi voluntad al Ser Divino y el Fiat Supremo tomó posesión de todo mi ser, yo adquirí todas las Virtudes en naturaleza, yo era dominadora de Mí misma, todas las Virtudes estaban en mí como tantas nobles princesas, y de acuerdo a las circunstancias de mi vida prontamente se ofrecían para hacer su oficio sin ninguna resistencia. En vano me habrían llamado Reina si no hubiera tenido Virtud de ser Reina sobre mí misma, por eso yo tenía en mi dominio la Caridad perfecta, la Paciencia invencible, la Dulzura raptora, la Humildad profunda y todo el ajuar de las otras virtudes. La Divina Voluntad volvió afortunada la pequeña tierra de mi humanidad, siempre florida y sin las espinas de los vicios. Ve entonces, querida hija, qué significa vivir de Voluntad Divina, Su Luz, Su Santidad y Potencia convierten en naturaleza todas las virtudes, no se abaja a reinar en un alma donde hay una naturaleza rebelde, no, no, Ella es Santidad, y donde debe reinar quiere la naturaleza ordenada y santa. Por eso el sacrificio de ir al Templo eran conquistas que yo hacía, y sobre el sacrificio venía formado en mí el Triunfo de una Voluntad Divina, y estos triunfos llevaban a mí nuevos Mares de Gracia, de Santidad y de Luz, hasta sentirme feliz en mis penas, para poder conquistar nuevos triunfos.

Ahora, hija mía, pon la mano sobre el corazón y dile a tu Mamá: ¿Sientes tu naturaleza cambiada en virtud? O bien, ¿sientes las espinas de la impaciencia, las hierbas nocivas de la agitación, los malvados humores de los afectos no santos? Escucha, permite que actúe tu Mamá, dame tu voluntad en mis manos, decidida a no quererla más y yo te haré poseer por la Voluntad Divina, la cual todo desterrará de ti, y lo que no has hecho en tantos años lo harás en un día, el cual será el principio de la verdadera vida, de la felicidad y de la verdadera santidad.

Ahora pon atención y escúchame, yo dejé la casa de Nazaret acompañada por mis santos padres, al dejarla di una última mirada a aquella casita donde había nacido, para agradecer a mi Creador por haberme dado un lugar donde nacer y por dejarla en la Divina Voluntad, a fin de que mi Infancia y tantos queridos recuerdos, porque yo estando llena de razón todo comprendía, fueran todos custodiados por la Divina Voluntad y depositados en Ella como prenda de mi amor hacia Aquél que me había creado. Hija mía, el agradecer al Señor y poner nuestros actos en Sus Manos como prenda de nuestro amor, son nuevos canales de gracias y comunicaciones que se abren entre Dios y el alma, y el homenaje más bello que se puede rendir a Quien tanto nos ama. Por eso aprende de mí a agradecer al Señor de todo lo que dispone de ti, y en todo lo que estás por hacer sea tu palabra: “Gracias, ¡oh!, Señor, y pongo todo en tus manos.” Ahora, mientras todo dejé en el Fiat Divino, como Reinaba en mí y jamás me dejó ni un instante de mi vida, yo los llevaba como en Triunfo en mi pequeña Alma, y ¡oh!, los prodigios del Divino Querer, con Su Virtud conservante mantenía el orden de todos mis actos, pequeños y grandes y como en acto dentro de mí, como Triunfo Suyo y mío, así que jamás perdí la memoria de uno solo de mis actos, y esto me daba tanta gloria y honor que me sentía Reina, porque cada acto mío hecho en la Divina Voluntad era más que sol, y yo estaba adornada de Luz, de Felicidad, de Alegría, Ella me llevaba Su Paraíso. Hija mía, el vivir de Voluntad Divina debería ser el deseo, el suspiro, y casi la pasión de todos, tanta es la Belleza que se conquista y el Bien que se siente. Todo lo contrario, la voluntad humana, ella tiene la virtud de amargar a la pobre criatura, la oprime, forma la noche, camina a tientas, va siempre tropezando en el bien y muchas veces pierde la memoria del poco bien que ha hecho.

Ahora, hija mía, yo partí de la casa paterna con ánimo y desapego, porque yo miré sólo el Querer Divino, en el cual tenía fijo mi Corazón, y esto me bastó para todo, pero mientras caminaba para ir al Templo, vi toda la Creación, y ¡oh!, maravilla, sentí el latido de la Divina Voluntad en el sol, en el viento, en las estrellas, en el cielo, bajo mis pasos la sentí palpitante y el Fiat Divino que Reinaba en mí ordenó a toda la Creación, que como velo lo escondía, que todos se inclinaran y me hicieran honor de Reina, y todos se inclinaron dándome signos de sujeción, hasta la pequeña florecita del campo no se privó de darme su pequeño homenaje, yo ponía todo en fiesta, y cuando por necesidad salía de la habitación, la Creación se ponía en acto de darme muestras de honor, y yo era obligada a ordenar que estuviera en su puesto y que observara el orden de nuestro Creador.

Ahora escucha a tu Mamá, dime, ¿en tu corazón sientes la alegría, la paz, el desapego de todo y de todos, y el coraje que todo puedes hacer para cumplir la Divina Voluntad, de modo de sentir en ti fiesta continua? Hija mía, la paz, el desapego, el coraje, forman el vacío en el alma donde puede tomar lugar la Divina Voluntad, y Ella siendo intangible de cualquier pena, lleva la fiesta perenne a la criatura. Por eso, ánimo, hija mía, dime que quieres vivir de Voluntad Divina y tu Mamá pensará en todo. Ahora, mañana te espero para decirte el modo como me comporté en el Templo.

El alma:

Mamá Santa, ayuda a tu hija, hazme una visita en mi alma y todo aquello que encuentres que no sea Voluntad de Dios, con tus manos maternas arráncalas de mí, quema las espinas, las hierbas nocivas, y tú misma llama a la Divina Voluntad a reinar en mi alma, y con tu Imperio vacíame de todo, infúndeme el coraje necesario para hacerme dar muerte a mi voluntad y yo confiando en ti te diré: “Quiero vivir de Voluntad Divina.”

Florecita: Hoy para honrarme me llamarás tres veces a visitar tu alma y me darás toda la libertad de hacer lo que quiero de ti, y tú me darás todos tus actos como prenda de amor por mí, y yo los depositaré en la Divina Voluntad, diciéndome cada vez: “Te amo, Mamá mía.”

Jaculatoria: Soberana Reina, toma entre tus manos mi alma, vacíame de todo y transfórmala toda en Voluntad de Dios.

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Sigue Día 14


Fuente:
Luisa Picarreta, La Reuna del Cielo.
Luisa Picarreta, Libro de Oraciones en la Divina Voluntad.

Oraciones Para la Semana, por Luisa Picarreta:
https://aparicionesdejesusymaria.wordpress.com/wp-content/uploads/2024/02/oraciones-para-la-semana-1.pdf

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13 de Mayo: Apariciones de la Virgen en Marienfried, Alemania (1940),

13 de Mayo: Apariciones de la Virgen en Marienfried, Alemania (1940)

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13 de Mayo: Especial de la Virgen de Fátima (1917-1944),

13 de Mayo: Especial de la Virgen de Fátima (1917-1944)

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Día 12: Consagración a la Reina del Cielo en el Reino de la Divina Voluntad para culminar el 31 de Mayo.

De los Escritos de Luisa Picarreta:
«La Reina del Cielo en el Reino de la Divina Voluntad.»

12° día

Sale de la Cuna, da sus Primeros Pasos, y con sus Actos
infantiles llama a Dios a Descender sobre la tierra, y
llama a las criaturas a vivir en la Divina Voluntad.

El alma a la celestial Reinita:

Heme aquí de nuevo ante ti, mi querida Niñita, en la casa de Nazaret, quiero ser espectadora de tu Edad Infantil, quiero darte la mano mientras das tus primeros pasos, hablas con tu santa mamá y con tu padre Joaquín. Pequeña como eres, después que has empezado a caminar ayudas a Santa Ana en los pequeños servicios. Mamacita mía, cómo me eres querida y toda hermosa, ¡ah!, dame tus Lecciones para que siga tu Infancia y aprenda de ti a vivir aun en las pequeñas acciones humanas en el Reino de la Divina Voluntad.

Lección de la pequeña Reina del Cielo:

Mi hija querida, mi único deseo es el tener a mi lado a mi hija, sin ti me siento sola y no tengo a quién confiar mis Secretos. Por eso son mis premuras Maternas que buscan a mi lado a mi hija que tengo en el Corazón, para darte mis Lecciones y así hacerte comprender cómo se vive en el Reino de la Divina Voluntad. Pero en Ella no entra el querer humano, éste queda aplastado y en acto de sufrir continuas muertes ante la Luz, Santidad y Potencia de la Divina Voluntad. Pero ¿crees tú que el querer humano queda afligido porque el Divino Querer lo tiene en acto de morir continuamente? ¡Ah!, no, no, más bien se siente feliz de que sobre su voluntad agonizante renazca y surja la Voluntad Divina victoriosa y triunfante sobre la suya, porque le lleva Alegría y Felicidad sin término. Basta comprender, hija querida, qué significa hacerse dominar por Ella, y probarlo para hacer que la criatura aborrezca tanto su voluntad, que se dejaría hacer pedazos antes que salir de la Divina Voluntad.

Ahora escúchame, yo partí del Cielo sólo para hacer la Voluntad del Eterno, y si bien yo tenía mi Cielo en mí, el cual era la Voluntad Divina, y era inseparable de mi Creador, también me agradaba estar en la Patria Celestial, mucho más que estando la Divina Voluntad en mí, yo sentía los derechos de hija de estar con Él y de hacerme arrullar como pequeñita entre Sus Brazos Paternos y de participar a todos las Alegrías y Felicidad, Riquezas, Santidad que poseía cuanto más podía tomar y llenarme tanto hasta no poder contener más, y el Ser Supremo gozaba el ver que yo, sin temor, más bien con sumo amor me llenaba de Sus Bienes; yo no me maravillaba de que me hacía tomar lo que yo quería, era Su hija: una era la Voluntad que nos animaba, lo que querían Ellos quería yo. Así que sentía que las Propiedades de mi Padre Celestial eran mías, la única diferencia, que yo era pequeña y no podía abrazar ni tomar todos Sus Bienes, por cuantos tomaba, quedaban tantos que no tenía capacidad dónde ponerlos, porque siempre era criatura; en cambio la Divinidad era grande, inmensa, y en un solo Acto abrazaba todo. Por eso, a pesar de esto, en cuanto me hacían entender que debía privarme de Sus Alegrías Celestiales y de los castos abrazos que nos dábamos, yo partía del Cielo sin demora y regresaba en medio de mis queridos padres, ellos me amaban mucho, yo era toda amable, hermosa, alegre, pacífica y llena de gracia infantil, tanto, de raptarme el afecto de ellos, eran todo atención sobre de mí, era su joya, cuando me tomaban en sus brazos sentían cosas insólitas, y una Vida Divina palpitante en mí.

Ahora, hija de mi Corazón, tú debes saber que en cuanto comenzó mi vida acá abajo, la Divina Voluntad extendía Su Reino en todos mis Actos, así que mis oraciones, mis palabras, mis pasos, el alimento, el sueño que tomaba, los pequeños servicios con los cuales ayudaba a mi madre, eran animados por la Divina Voluntad, y como te he llevado siempre en mi Corazón te llamaba como hija mía; en todos mis actos llamaba a tus actos junto con los míos, a fin de que también en tus actos, aun indiferentes, se extendiera el Reino del Querer Divino. Escucha, cuánto te amaba: si oraba llamaba tu plegaria en la mía, a fin de que la tuya y la mía fueran valoradas con un solo valor y poder, cual era el valor y el poder de una Voluntad Divina; si hablaba llamaba tu palabra, si caminaba llamaba tus pasos, y si hacía las pequeñas acciones humanas indispensables a la naturaleza humana, como eran el tomar agua, barrer, ayudar a llevar leña a mi madre para encender fuego, y tantas otras cosas similares, yo llamaba a estos mismos actos tuyos a fin de que fueran valorados por una Voluntad Divina, y en los míos, y en tus actos, se extendiese Su Reino, y mientras te llamaba en cada acto mío, llamaba al Verbo Divino a descender sobre la tierra. ¡Oh!, cuánto te he amado, hija mía, quería tus actos en los míos para hacerte feliz y hacerte reinar junto conmigo. Y ¡oh!, cuántas veces yo te llamaba, y llamaba a tus actos, pero con sumo dolor mío los míos quedaban aislados y los tuyos los veía como extraviados en tu voluntad humana, que es horrible el decirlo, formaban el reino no divino, sino humano, el reino de las pasiones y el reino del pecado, de las infelicidades y desventuras. Tu Mamá lloraba sobre tu desventura, y en cada acto de voluntad humana que tú haces, pues conocía a qué reino infeliz te llevan; mis Lágrimas se derraman todavía para hacerte comprender el gran mal que haces; por eso escucha a tu Mamá, si tú hicieras la Divina Voluntad, por derecho te serán dadas la Alegría, la Felicidad, todo será en común con tu Creador, las debilidades, las miserias huirán de ti, y además serás la más querida de mis hijas, te tendré en mi mismo Reino para hacerte vivir siempre de Divina Voluntad.

El alma:

Mamá Santa, ¿quién puede resistir el verte llorar, y no escuchar tus santas Lecciones? Yo, con todo el corazón lo prometo, lo juro, el no hacer jamás, nunca más mi voluntad, y tú Mamá Divina no me dejes jamás sola, para que el imperio de tu presencia aplaste mi voluntad, para hacerme reinar siempre, siempre en la Voluntad de Dios.

Florecita: Hoy para honrarme, me darás todos tus actos para hacerme compañía en mi Infancia, diciéndome tres actos de amor en memoria de los tres años que yo viví con mi madre Santa Ana.

Jaculatoria: Poderosa Reina, rapta mi corazón para encerrarlo en la Voluntad de Dios.

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Sigue Día 13


Fuente:
Luisa Picarreta, La Reuna del Cielo.
Luisa Picarreta, Libro de Oraciones en la Divina Voluntad.

Oraciones Para la Semana, por Luisa Picarreta:
https://aparicionesdejesusymaria.wordpress.com/wp-content/uploads/2024/02/oraciones-para-la-semana-1.pdf

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12 de Mayo: San Pancracio, Mártir (†303).

12 de Mayo: San Pancracio, Mártir (†303)

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12 de Mayo: Milagro Eucarístico Beata Imelda (1333).

12 de Mayo: Milagro Eucarístico Beata Imelda (1333)

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