Revelaciones de Dios a un alma niña – Parte 7

***


(6 de Febrero, 2020)

Hoy Jesús me ha llevado al fondo de mi alma y me ha mostrado una cosa bellísima:

“Hijita mía, dentro de cada uno de vosotros mi poder creador ha puesto una gruta pequeñita como aquella en la que Yo nací, y dentro de esa grutita hay una laguna cristalina de agua viva y reluciente. Esa agua os da luz, una luz que es divina en vosotros, que ilumina vuestra alma y apaga la sed de vuestro espíritu.

En cada uno de vosotros hay un Edén que Yo no he destruido, sino sólo suspendido, y está suspendido dentro de vosotros. Si me dejáis entrar y me dejáis el derecho de Creador, como soy Yo, no dejaré más suspendido el Edén que hay en vosotros y ya desde la tierra viviréis un soplo de Paraíso.

Recordad siempre que el que me ama será amado por el Padre mío y Nosotros bajaremos y pondremos nuestra morada en esa alma y le daremos amor, luz y paz, y en el exceso de nuestro Amor, cuando esté totalmente abandonada en mis brazos, le daremos el supremo don de nuestra Divina Voluntad, como lo poseía Adán cuando fue creado sólo por amor.

El que no me ama, más aún, el que se ama sólo a sí mismo y a su propia voluntad, será presa de las tinieblas. El que no reconoce mi Pasión, Muerte y Resurrección y cree en doctrinas humanas, fruto de la envidia de vuestro enemigo, no tendrá parte conmigo, porque Yo he venido y he hablado y he revelado la verdad del Padre. El que no cree en Mí, aun habiendo escuchado mi palabra, no cree en Aquél que me ha enviado y lo considera un mentiroso, y no tendrá salvación.

No os dejéis engañar: la Justicia Divina existe, refugiaos en mi Misericordia mientras la encontráis; no os desviéis del camino que os he mostrado y llevad a vuestros hermanos al amor de mi Sagrado Corazón, que todo ha decidido y aceptado, es el que os ha salvado. Haced penitencia, humillad vuestra alma, vuestro corazón y vuestro cuerpo ante el Eterno. Arrepentíos con corazón sincero y hallareis de nuevo el camino al Edén mío y vuestro, para llegar a vuestra única y verdadera casa, la casa del Padre.”

*****

(11 de Febrero, 2020)

Hoy, durante la Misa, Jesús me ha llevado a un lugar un poco extraño: era una casa grande, bella, con varias ventanas abiertas y también puertas-ventanas adornadas con flores; le ventanas eran espaciosas y bien abiertas. Jesús estaba en la casa, iba de un cuarto a otro, y fuera pasaban muchas personas, jóvenes, ancianos, niños, mujeres, hombres, tantas personas diferentes que lo saludaban, le sonreían, lo llamaban para decirle ‘hola’, le mandaban besos. Había quien le mostraba la Biblia o libritos de oraciones, quien iba con el velo en la cabeza, quien se detenía a decir una oración, muchos se veían felices, otros lloraban y otros se veían más bien indiferentes pero amables… Jesús los miraba a todos y les escuchaba, pero estaba cada vez más triste y me ha dicho:

“Niña mía, todos se hacen ver, me llaman, me buscan, pero ninguno entra en casa para estar conmigo. Ninguno quiere darme su amor y su vida, ninguno quiere compartir conmigo un momento de intimidad, todos se quedan fuera y así se creen que han hecho una cosa buena, ¡ninguno me quiere de verdad! Yo estoy en esta casa tan grande, llena de habitaciones maravillosas, pero ninguno quiere entrar y detenerse conmigo, todos tienen prisa, miedo, pereza, distracción, muy poco amor a Mí… Yo soy un mendigo de amor, estoy siempre en torno a mi criatura para que me hable y me dé el derecho de Creador, la rodeo de atenciones, la llamo de mil maneras diferentes y le ruego que se dé cuenta de Mí, que deseo darle la vida verdadera, la alegría más grande y la verdadera libertad en mi Divina Voluntad, pero estoy solo, me siento abandonado y rechazado, mi Amor divino queda suspendido y la criatura permanece en el frío de su voluntad… Me aman como les parece bien y no como Yo deseo ser amado. Por eso, tú no me dejes solo, ámame y quédate conmigo, abrázame y sea recíproco nuestro amor. Ven a mis brazos y duerme junto a mi Corazón, consuélame porque estoy muy cansado y lloro por lo que tendré que hacer. Pocos me creen, pero verán mi mano pesar sobre ellos. El mundo llorará, los hombres se perderán y estarán ciegos, se sentirán devastados, pero muchos todavía no recurrirán a Mí… ¡Ven, estemos juntos y reza conmigo esta noche, porque de noche es cuando más sufro!”

*****

(12 de Febrero, 2020)

Hoy, mientras rezaba el rosario, Jesús me ha mostrado una cosa muy impresionante: estaba dentro de la basílica de San Pedro (la he reconocido por las columnas en torno al altar y el ábside), no había nadie, pero mientras iba hacia el altar Jesús me ha dicho:

“Mira, hija, mira y recuerda.”

De pronto me he hallado rodeada por lagartos, pequeños y grandes, que corrían por las paredes y sobre las estatuas, comían cucarachas, una especie de escarabajos marrones, y toda la iglesia estaba llena. En un cierto momento, de la balaustrada blanca, al pie del altar, he visto un lagarto muy grande, como una gran iguana, subirse al altar central y levantarse sobre las patas, abriendo la boca y mostrando la lengua bifurcada… Luego se ha acurrucado y se ha puesto a dormir tranquilo. De pronto, del mismo altar ha salido un fuego y ese animal se ha despertado y crecía poco a poco, hasta cuando el altar se ha quebrado por en medio y ese enorme lagarto ha sido aplastado por la piedra y ha muerto. Me he quedado aterrorizada por lo impresionante de la visión, que me ha dejado sin palabras; después he seguido rezando y mi corazón se ha calmado.

*****

(13 de Febrero, 2020)

Hoy estaba en adoración, sola en la capilla de la iglesia dedicada a Nuestra Señora de la Salud, cuando Jesús ha querido desahogarse, ha venido dentro de mí y me ha dicho:

“Niña mía, me siento abatido, cansado y dolorido. Te ruego, consuélame, déjame descansar en tu corazoncito. ¡Qué duros son los corazones de mis hijos, son jueces despiadados! Mi Madre, Madre dolorosa, me pide almas, almas, pero cuántas almas se separan de Mí para caer en la condenación eterna, y a pesar de todos mis reclamos y estratagemas de amor, favores espirituales y dones de luz y de fe, no desisten, no se detienen. Me veo obligado a dejarles que vayan a causa de su libre decisión. La libertad Yo la había dado al hombre para que viviera en libertad el Amor del Padre y no para que se matara. ¡No saben cuánto se engañan, ven polvo de estrellas, pero en realidad es sólo arena del desierto que ofusca sus ojos!

Mi Madre me pide constantemente que le dé todavía tiempo para llamar y salvar almas y dármelas, ¡pero el tiempo se ha acabado, se ha acabado!

Ves, niña, y trata de comprender: cuando Yo me encarné saliendo de la potencia del Amor trinitario, nací, viví, di cumplimiento a mi venida, a mi obra, y luego, después de mi pasión atroz, morí en la cruz, y cuando eso sucedió, mi vida estrictamente humana había terminado, el tiempo en que mi pueblo había sido visitado se había acabado. También ahora, el tiempo se ha concluido y no habrá otro tiempo de mi Misericordia. Lo habéis subestimado, ignorado y burlado, creyendo a la fábula de un Dios sin Justicia.

Ahora vuestra Madre os ha enseñado y os pide constantemente que recéis, recéis, recéis, que ayunéis y hagáis penitencia, reparando los pecados, porque todo eso, ofrecido con corazón humilde y sincero, crea como una red de salvación para las almas y ayuda al proyecto de amor materno de la Reina Celestial. No os despreocupéis sabiendo que al final el Corazón Inmaculado de mi Madre triunfará por decreto eterno, porque hasta entonces muchas almas se habrán perdido sin remedio…

Muchos de vosotros obedecen a la Reina Celestial y cumplen muchas prácticas, sólo aparentemente piadosas, porque las viven para ellos mismos y para sus exigencias. Eso no vale ni sirve para nada. Debéis hacer lo que la Madre Inmaculada os pide, ofreciéndolo por la salvación de la humanidad y no para vosotros…

Lo que hay en Mí es el profundo, divino y eterno Amor por mis hijos, por las almas que Yo he querido. Eso es lo que aún puede salir de Mí, este amor que sufre y llora, pero que salva, si vosotros con amor y compasión os unís a mis dolores y a los de mi Madre para formar esta última red para salvar almas, que tanto, tanto dolor y abandono me cuestan…”

“Hijita mía, muchos hermanos tuyos que se dicen y se sienten míos, van diciendo que no pueden ayudar, socorrer, amar al pobre, al abandonado, al enfermo, al deforme, al que nadie quiere, porque ése no es su carisma, el don que tienen, ¡hipócritas!

¿Quién ha concedido esos carismas y dones, no soy acaso Yo, el Señor de todo y de todos? Si Yo amo a todos mis hijos, sobre todo a los más pobres de espíritu y de vida, a los más enfermos en el alma y en el cuerpo, a mis hijos que se entregan a los vicios y por eso pierden toda dignidad y se abandonan a vivir en la calle o se abandonan a la violencia de la misma calle, ¿quién creéis que sois vosotros que no os dais como alimento para los más necesitados? ¿Creéis que así me amáis y obedecéis a lo que Yo deseo de vosotros?

Os escondéis detrás de vuestras perezas espirituales y de vuestros miedos para justificar vuestras ausencias y negligencias ante las necesidades de vuestros hermanos. Yo eso nunca lo he hecho, ni enseñado, ni querido, mientras que vosotros, que os consideráis fieles a Mí y a mi Evangelio, sois fieles a vosotros mismos y a lo que os resulta más cómodo.

Yo soy un Dios que tanto ha amado sus comodidades y las cosas más fáciles y bellas, que ha nacido en una cueva húmeda y fría, ha tenido que huir prófugo a tierra extranjera, ha vivido en el silencio y en la pobreza, ha evangelizado sin detenerse nunca y sin tener donde apoyar la cabeza y ha muerto clavado en una cruz de amor y de dolor, abandonado por casi todos los míos, ignorado, blasfemado, acusado y denigrado: ¡esas han sido mis comodidades!

¡Avergonzaos, hijos hipócritas! Ahora renunciad a vosotros mismos y a lo que queréis ser y hacer, y seguidme por el camino de mi amor y de mi dolor. Llegará el tiempo, y ya está aquí, en que me buscaréis, pero no me encontraréis, sufriréis y os morderéis las manos por todo el tiempo habéis desperdiciado, con ilusión de fábulas y doctrinas fáciles y humanas. Querréis ver un solo momento mío, pero no lo veréis y el sagrado Alimento os faltará. Si no habréis compartido vuestro pan con el hambriento, vuestro vestido con el desnudo y vuestro amor con los necesitados, no encontraréis el Pan de la vida que Yo solo puedo daros.

Volved a Mí, hijos que habéis olvidado como se ama de verdad, volved a Mí y haced todo lo que Yo os digo. No podéis enseñar el amor y ser mis testigos si amáis a los que son como vosotros queréis, amaos como Yo os he amado y os amo. Sólo así quien os vea, verá mi rostro y mi corazón, que sigue dando vida a todo, convertíos al amor, a mi Amor. Yo os he mostrado el camino, caminad de prisa y sin deteneros. Mi puerta estrecha os espera y para entrar tendréis que adelgazar tanto que deberéis dejar en vosotros sólo la esencia del amor.

Estoy dolorido. Ven, pequeñita mía, deja que me desahogue en ti, déjame reposar, deseo apoyar mi cabeza sobre tu corazoncito, no temas, abrázame y dame un beso…”

Después de la consagración, durante la Santa Misa, Jesús ha vuelto aterido de frío, he sentido tanta ternura, no sabía cómo calentarlo, y Él me ha dicho:

“El frío que siento es el frío de tantos, demasiados corazones. ¡No sabes cuántos, y de cuántos de mis ministros, fríos, indiferentes, sucios, parecen cadáveres ya en descomposición!”

Le he dado mi corazón y mi sangre para calentarlo, pero Él se ha ido, dejándome triste, muy triste.

*****


Fuente:

Esta entrada fue publicada en Mensajes y etiquetada . Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.