Madeleine Aumont: 48º, 49º y 50º Apariciones de Nuestro Señor Jesucristo (1978, 1979 y 1982).

Revelaciones sobre La Cruz Gloriosa de Dozulé

Dadas en 50 Apariciones de Jesús en la HAUTE BUTTE-DOZULÉ, Francia, a la vidente Madeleine Aumont (1924-2016), durante 10 años: desde el 28 de marzo de 1972 al 6 de agosto de 1982, día de la Transfiguración de Cristo en el Monte Tabor.

CUADRAGÉSIMO OCTAVA APARICIÓN

«Es sobre esta Montaña bendita y sagrada, lugar que Él escogió, donde se va a renovar toda cosa.»

Viernes 7 de julio de 1978 a las 14 horas, en la capilla

La Luz se me aparece en el sitio del Santo Sacramento, un poco más ancha que de costumbre.

Hago la Señal de la Cruz, tan pronto como Jesús me había pedido la vez anterior, y digo: «Si es Satán, que desaparezca.»

Tan pronto como hice la señal de la Cruz y dije estas palabras, sentí una paz y una confianza apoderarse de mí.

Luego Jesús aparece, me sonríe y me dice:

«Dígales lo que ve usted.»

Entonces yo repito en alto lo que veo:

«Veo a Jesús sentado, enfrente de Él una mesa como el altar; pero el altar que está en la capilla ya no estaba allí, era una Mesa totalmente blanca, como de piedra blanca.

Sobre esta Mesa, había unos libros abiertos, seis o siete, no lo sé exactamente. Después otro libro, abierto también, que Jesús sostiene en Sus Manos.»

Me dice a continuación:

«¿Tendría la bondad de decir esto en voz alta?»

Yo repito cada frase:

«Cuidado todos ustedes que tienen ocultas las Palabras proféticas que les han sido entregadas; el libro que Yo llevo en Mis Manos es el LIBRO DE VIDA[1] que Mi Padre acaba de darme el poder de abrirlo, y es sobre esta Montaña bendita y sagrada, lugar que Él escogió, donde se va a renovar toda cosa.

Es aquí donde verán la Ciudad Santa, la nueva Jerusalén.[2]«

«Y aquí aparecerá la Morada de Dios entre vosotros. Pero entonces se golpearán en el pecho los que luchan y se niegan a oír las palabras que esta humilde sierva ha pronunciado.

Vosotros, a quienes he pedido anunciar Mi Mensaje, sois culpables de dejar al mundo en la ignorancia sobre lo que debe suceder muy pronto. No os apoyéis en vuestra propia reflexión. ¿Por qué lucháis, si yo os di Mi Gracia dogmática? Por piedad, os ruego que Me escuchéis, Mi Corazón rebosa de Misericordia.»

Jesús se levanta. La mesa desaparece. Me sonríe largamente, luego me dice:

«Diga al sacerdote y a todos aquellos que se encuentre lo que acaba de ver y oír; lo recordará durante todo el día.»

Luego Jesús desaparece de pronto y yo caigo de nuevo en las tinieblas.[3]

Cruz sobre Haute Butte

***

CUADRAGÉSIMO NOVENA APARICIÓN

«Por tercera vez, Madeleine, le pido ser Mi Apóstol cumpliendo la tarea que Yo le pedí.

No tema, será odiada por culpa Mía.

Pero luego se elevarán los hijos de Luz en esta ciudad.»

Viernes 6 de octubre de 1978 a las 9h 15 – Primer Viernes del mes, en la capilla de las Religiosas

Como casi todos los días de clase, al conducir a mis hijos al colegio voy a la capilla a visitar al Cristo en el tabernáculo.

Llego a las 9h; estoy sola.

A las 9h15 exactamente (suena el cuarto en la iglesia), la Luz se me aparece.

Pensé en ir a buscar a Sor Bruno, pero no tuve tiempo: Jesús se me apareció, con las Manos tendidas hacia mí como para acogerme. Él me dijo:

«Haga la Señal de la Cruz.»

Me siguió sonriendo. Luego juntó las Manos y con tono triste Él dijo:

«Rece y haga penitencia sin cansarse.»

Su aspecto era grave. Él me dice, en secreto:

«Por tercera vez, Madeleine, le pido ser Mi Apóstol cumpliendo la tarea que yo le pedí.

No tema, será odiada por culpa Mía.

Pero luego, se elevarán los hijos de Luz en esta ciudad.»

Luego después de un silencio:

«Hoy Me ve otra vez, pero ya no Me verá más, y sin embargo seguiré visitándola por Mi Cuerpo y por Mi Sangre.»

Después de un silencio:

«Pero cuando esta Cruz sea elevada de la tierra, allí Me volverá a ver. Porque ese momento desvelaré a las Iglesias los Misterios que están escritos en el LIBRO DE VIDA que acaba de ser abierto.

Dígale al obispo lo que acaba de oír y ver.»

Luego Jesús me sonríe y me dice:

«A pesar de Mis súplicas, no esté inquieta, usted posee una sabiduría que nadie aquí abajo posee; su calma y su silencio son las señales visibles de Mi Palabra en este mundo donde la acción y la intrepidez dominan. Que su cara refleje siempre la Presencia Invisible. «

«Yo se lo digo, obedezca a su superior. Sólo él se encarga en esta tierra de hacer la Voluntad de Mi Padre, pero ay que desgraciado el mundo en peligro ya que él tarda.»

Luego Jesús me sonríe y desaparece.[4]

Sin embargo, el 6 de octubre de 1978, Jesús me dijo algo que me concierne y que hoy revelo por escrito.

Cuando me dijo, «Rece y haga penitencia sin cansarse», su tono era grave, y añadió mirándome tristemente:

«No se aleje de esta ciudad por más de un día. Vele y rece. Espere todos los días al Hijo del Hombre. Le pido hacer esto como penitencia, su recompensa será grande».

Prometí a Jesús hacer lo que me había pedido y de hacerlo con penitencia.

Jesús que conoce nuestros pensamientos, sabía bien que, no habiendo viajado nunca, me habría dado gusto salir, viajar un poco, ir aunque fuese hasta Lourdes.

Pero como penitencia, Jesús me pide que no me vaya nunca de esta ciudad por más de un día, un poco como una religiosa enclaustrada, que se sacrifica; así pues no debo salir de esta ciudad por más de un día; es decir permanecer a velar y a orar, y esperar todos los días el regreso del Hijo del Hombre.

Por supuesto, es un gran sacrificio, pero es así como debo hacer penitencia para la realización del propósito de Dios, para la implantación de la Cruz Gloriosa.

Que los que lean este cuaderno, recen por mí, ya que yo le prometí a Cristo, hacer penitencia como Él me lo pidió. Deseó obedecerle toda mi vida, no distraerme con los viajes, no importa los que sean.

***

MENSAJE CUADRAGÉSIMO NOVENO

Sueño y conversión de Roland Aumont[5], enero de 1979.

Mi esposo que se ha ido a Lourdes a una peregrinación, estoy muy contenta por eso. Pues desde su repentina conversación, ha cambiado. Le dijo a alguien: «Madeleine no puede venir conmigo debido a su mamá de (90 años) y por nuestros niños. Pero espero de verdad que un día no solamente vaya a Lourdes sino hasta Jerusalén».

Como no le había dicho todavía lo que Jesús me dijo el viernes 6 de octubre de 1978 en su último Mensaje.

Tengo que hablarles de mi marido; el cual no era para nada creyente. Cuando me veía ir a Misa los domingos, me decía a menudo: «Pierdes el tiempo».

Algunas de las personas que conocían el Mensaje de Jesús me decían: «No la entiendo, yo en su lugar, se lo diría a mi marido». Yo siempre les contestaba: «No, nunca, hasta que la iglesia no afirme la verdad del Mensaje».

Sin embargo, un día tuve un sueño, lo que en otros tiempos se llamaba ensueño: Veía a Jesús quien me decía: «Es hora de decírselo a su marido».

Fue al principio del año de 1979. Desde entonces algo me impulsaba a hablarle de esto.

Había pensado decírselo el 28 de marzo, día del aniversario en el que vi por primera vez la Cruz.

Entonces le escribí al Padre Gires, director de las peregrinaciones a Lisieux. Quien está encargado del Mensaje por orden del Obispo. Le pedí permiso para decírselo a mi marido, el día 28 de marzo. Me dio autorización por escrito.

Me las ingenié para escribirle, para que mi marido no estuviera ahí el día de la respuesta. Y no fue sino hasta la siguiente semana que el Padre Gires me contestó, mi marido estaba en casa, fue el viernes 2 de febrero de 1979. Mi marido me preguntó: «¿Quién te escribe de Lisieux?, le contesté que «el Padre Gires». «¿Por qué te escribe?»

Luego le dije: «me contesta mi carta».

Cuando leyó la carta del Padre Gires, me dijo colérico: «Si son historias del Buen Dios, no quiero oír hablar de ello».

Le dije: «te lo diré el 28 de marzo».

Luego el sábado y el domingo, no se volvió a hablar de ello.

Pero el lunes, cosa rara, nos encontramos solos a la hora de la comida. La Monja que venía todos los lunes, me avisó que no vendría ese lunes. Mi mamá enferma se quedó en cama y los niños habían regresado a la escuela. Por fin me encontraba sola con él en nuestra cocinita. Regresaba de su trabajo, de la fábrica de Dives.

El lunes 5 de febrero de 1979, me dijo: «No vale la pena esperar hasta el 28 de marzo, para que me digas lo que tienes que decir. Lo quiero saber ahora mismo». Mi corazón latía muy fuerte. El momento había llegado para decirle aquello que yo había guardado en secreto desde casi 9 años.

En lo más profundo de mi ser, pedía a Dios que me ayudara, que me escuchara por tantos años de haber rezado para que mi marido se convirtiera. Pero tenía miedo; hacía tres días antes, que me decía: «Si son historias del Buen Dios, no quiero hablar de ello».

Primero le di el borrador que había hecho para el Padre Gires, para que entendiera un poco de lo que se trataba. Puesto que le había escrito al padre diciéndole que el 28 de marzo, día en el que vi por primera vez la Cruz, se lo diría a mi marido. Luego, cuando leyó esta carta o más bien este borrador, me dijo: «¿Viste una Cruz?»

Entonces le dije inmediatamente: «Sí». Le expliqué la primera vez que vi la Cruz y la primera vez que vi al Cristo. Me escuchó. Su rostro palideció; parecía tan conmovido al escucharme. En seguida me dijo (su voz temblaba): Tú, el Cristo. Si lo hubiera sabido mucho antes no te habría dicho todo lo que te dije. Perdóname; te pido disculpas. Te tengo respeto; estoy anonadado. Ahora todo es distinto. Te aseguro que voy a cambiar, etc. Él tenía lágrimas en los ojos. Hablamos del Mensaje, de éste, así durante todo el día. Después quiso ir a la capilla a ver a las monjas. La Monja Bruno lo recibió. Entró en la capilla con la Monja Bruno, se arrodilló, esto me lo dijo la monja. Rezó un Padre Nuestro y un Salve María. Yo creo que él lloraba.

No salió durante tres días, por lo conmovido que estaba. Si supieran lo feliz que yo estaba: lo escuchaba pronunciar la palabra de Jesús. Ahora sabe que Jesús está ahí, que está vivo, y entre nosotros.

Después del Mensaje, ésta es la gracia más enorme que Jesús me haya podido hacer: la conversión de mi marido.

Nunca debí haber dudado de su conversión. Jesús dijo: Pidan y recibirán. Le pedí tantas veces esa conversión. Cada penitencia se la ofrecí para su conversión. Y luego debí haber pensado en esto: Jesús no puede separar lo que él unió en matrimonio.

Nunca depositamos nuestra confianza lo suficiente en Jesús, que nos ama tanto y nos quiere escuchar y ayudar.

Aún me temía que esa conversión no fuera más que pasajera. Pero no. Mi marido fue varias veces a Misa sin que se lo dijera. Les aseguro que le agradezco a Jesús tanta gracia.

Además, también es un gran sostén para mí. Ahora es capaz de hacer todo para que yo vaya a Misa.

El último martes, 18 de septiembre lo llevamos a la estación del tren, para que se fuera a Lourdes, a una peregrinación de los ex-prisioneros de guerra. Estaba muy contento y en paz. Le pido a Nuestra Señora que lo colme de gracia y de gozo, pero no de un gozo material, que no significa nada, sino de un gozo espiritual que lo colmará hasta el último día de su vida en esta tierra, con el fin de que esta paz y este gozo lleguen a ser eternos con Jesús, quien nos colmará de Sus Bienes.

M. Aumont, «Cuadernos de Madeleine»

***

QUINCUAGÉSIMA APARICIÓN

«Jesús da Su Gracia a todos aquellos que dan a conocer Su Mensaje.»

El abad L’Horset y yo decidimos hacer una Novena con algunos amigos.

Nueve días después, el 6 de agosto de 1982, Día de la Transfiguración de Cristo, en la iglesia parroquial.

Diviso la Luz. Hago la Señal de la Cruz como Jesús me había pedido.

Entonces veo a Miguel el Arcángel un poco a la izquierda del Tabernáculo.

Él me dice:

«Le saludo, Dios, por Su gran Bondad, me manda dar fe a la Verdad…

Al Noveno día de las Promesas hechas a la humanidad, Satán la sedujo hasta mi llegada, el primer día del séptimo mes (del 3.1.76 al 1.7.77).

El ruido que usted oyó era yo, Miguel, que bajaba del cielo cerca de Dios para alejar el mal espíritu que la perseguía a usted.

Por eso usted no vio la Luz que estaba presente.

En cuanto a mi imitador, él sale de la tierra, pero por causa de la desobediencia de los sacerdotes, Jesús da Su Gracia a todos aquellos que dan a conocer Su Mensaje, ya que el mundo no puede quedarse más tiempo en la ignorancia de lo que debe ocurrir mañana al alba.

Pero recen, hagan penitencia, el momento en que el imitador será pisoteado está muy cerca.»

Y todo desaparece.

***


[1] Para el Libro de la Vida, cf. Éxodo 32, 33; Salmo 68, 29; Daniel 7, 10; 10, 21; 12, 1-14; Malaquías 3, 16; Eclesiástico 24, 32; Filipenses 4, 3; Apocalipsis 3, 5; 5, 1; 13, 8; 17, 8; 20, 12; 21, 27.
[2] Cf. Apocalipsis, Cap. 21 y 22.
[3] Suzanne A., que era la única presente, lloró al escuchar que Madeleine decía, haced la Señal de la Cruz: «Si es Satán, que desaparezca». Suzanne creyó que Madeleine, ¡dudaba! Madeleine después de la aparición, le explicó lo que había sucedido el 3 de febrero de 1978, ya que el padre L’Horset le había prohibido que se lo dijera antes. Madeleine se disculpó con las monjas: «Si el Señor permitió que ella estuviese ahí, es porque él quiere que ella este al corriente».
[4] En Dozulé, una mañana de 1978, el gran calvario de piedra se cayó. El Cristo se quebró los brazos y las piernas.
[5] Roland Aumont convertido el 5 de febrero de 1979, nació en el cielo el 21 de junio de 1995. Roland y Madeleine Aumont.


Fuente:
https://forosdelavirgen.org/
https://croix-glorieuse-dozule.fr/es/citation-dodette-delannoy/
https://protocoloultimageneracion.wordpress.com/2012/08/23/la-gran-cruz-gloriosa-dozule-proteccion-para-la-humanidad/
https://nathaliedelaconcepcion.wordpress.com/2013/05/03/cruz-de-amor-de-dozul/
https://fr.wikipedia.org/wiki/Madeleine_Aumont

Las Apariciones de Jesús a Madeleine Aumont publicadas en este blog:
https://aparicionesdejesusymaria.wordpress.com/tag/madeleine-aumont/


 

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